lunes, 11 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 10

Pero habían  entrado  y  salido  de  su  vida,  y  sus  padres  jamás  habían entendido que así como para ellos ese constante cambio de personas resultaba estimulante, para ella era muy duro. Jamás había tenido  la  oportunidad  de  salir  con  chicos  al  estilo  normal.  Y eso la  había  convertido  en  un  buen  blanco.  Cuando  sus  padres se  habían marchado  a   Australia y  ella  había podido lograr  un poco de  estabilidad en  su  vida,  carecía  de  la  experiencia  adquirida  de  una  persona corriente. Franco James había sido encantador y persistente y ella había mordido el anzuelo hasta el fondo, sin percatarse jamás de las imprecisiones  de  su  conducta,  que  cualquier  otra  chica  habría  atisbado a un kilómetro de distancia. ¡Pero eso era algo que Pedro Alfonso jamás sabría!

-Fue una actitud increíblemente egoísta por parte de tus padres. ¿Por qué decidieron irse a Australia?

 -Más espacio para recorrer -sonrió con timidez-. Aunque me han contado que han abierto una tienda en Melbourne, en la que venden alimentos naturales y adornos étnicos. Incluso se han comprado una casita  y  planean  venir  a  Inglaterra  el  año  que  viene  para  unas  vacaciones de tres meses.

-Me  gustaría conocerlos  -él  mismo  se  sorprendió  diciendo  eso.  Luego se recordó que era el tipo de entorno que animaría a una chica a poner sus miras en un hombre con dinero, que pudiera prometerle la  seguridad  que  anhelaba-.  No  siempre  tengo  la  oportunidad  de  conocer  a  nómadas  en  mi  vida  cotidiana  -corrigió;  le  dedicó  una  sonrisa breve y se puso de pie-. Voy a nadar un último largo antes de entrar  a  desayunar.  Por si  no conoces  la  costumbre,  el  desayuno  tiende a ser un bufé. Todo el mundo va a estar ocupado por la fiesta de esta noche, así que si fuera tú, yo no esperaría que me sirvieran.

Entonces le dió la espalda y se dirigió hacia la piscina, dejándola crispada por ese comentario afilado. Tuvo ganas de tirar el libro a la nuca  de  esa  cabeza arrogante,  pero  sabía  que  sería  una  mala  idea  ceder a esa emoción. A cambio, se puso de pie echando chispas y regresó a la villa. Durante un momento, había olvidado lo desagradable que era. Y por el bien de Federico, debía mantenerse en guardia. El objeto de su protección  seguía  dormido  y  lo  pinchó  con  un  dedo hasta que se dio la vuelta y la miró con ojos legañosos.

-No puedes  quedarte  todo  el  día en  la cama  -le  informó  sin  preámbulo alguno y Federicole dedicó una sonrisa somnolienta.

-Suenas como una esposa.

-Fede, sé serio.

-Estoy siendo serio -sonrió-. ¿Dónde has estado?

-En la piscina.

 -No sabes nadar.

-Lo  sé,  Fede.  Estuve  junto  a  la  piscina  con  tu  hermano,  y  empiezo a pensar que este asunto del compromiso no es una buena idea.

Eso lo impulsó  a  sentarse  de  golpe.  La  miró  con  expresión  preocupada.

-Por  supuesto  que  es  una  buena  idea.  No  vas  a  dejarme  plantado ahora, ¿Verdad? ¿Lo vas a hacer?

 -No lo pensé  bien  -musitó-.  Puedo entender  por  qué  tú  lo  anhelas, de verdad, pero ahora que estoy aquí, no me gusta engañar a tu madre. Y tampoco a tu abuelo. Son personas agradables.

-No los engañamos -susurró con tono urgente-. Y el motivo por el  que  hacemos  esto  es  porque  son  personas  agradables.  Por  favor,  no te vayas ahora, Pau. Por favor.

 -Y otra cosa -añadió incómoda-. Tu hermano sospecha algo.

-¿Qué?

 -Para empezar, cree que voy detrás de tu dinero.

Federico sonrió al oírlo.

-Bueno, eso está bien. Se encuentra totalmente desencaminado.

-Cierto,  pero el  hecho  es  que  va  a  seguir  sondeando  hasta  que  averigüe la verdad.

 -Sólo ha venido por  tres  días,  Pau.  ¿Cuánto  crees  que va  a  poder sondear en ese tiempo?

 -Supongo  que  podría  mantenerme  fuera  de  su  camino  ese  tiempo -repuso, más para sí misma-. No debería ser tan difícil. Puedo pegarme a quien sea que tenga cerca y entablar conversación.

-Lo que  lo  convencería  de  que  tienes  algo  que  ocultar  -musitó  Federico-.  Por  otro  lado,  quizá  sería  mejor  si  trataras  de  convencerlo  de  que  se  equivoca.  Quiero  decir,  habla  con  él,  dale  la  impresión  de  que nos adoramos. Lo cual, a propósito, tampoco sería una mentira.

La sonrisa juvenil era contagiosa y a regañadientes Paula se vió arrastrada por su optimismo.

-Y no te preocupes  -añadió  él-, sólo  hemos  venido  a  pasar una  semana,  luego  nos volveremos  a  Inglaterra.    Me vestiré,  desayunaremos y luego, ¿Qué te parece si vamos a la ciudad a hacer turismo? -se levantó y la abrazó para tranquilizarla.

 Después de la tensión de estar en compañía de Pedro, se entregó al  abrazo con  alivio.  Una de las cosas  más  maravillosas  de  Federico era  la  amistad  que  tan  desinteresadamente  le  brindaba.  Había  aceptado  el  compromiso  porque  lo  quería  y  había  sucumbido  a  la  maravillosa mezcla de ternura y afecto que le inspiraba.

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