Pero habían entrado y salido de su vida, y sus padres jamás habían entendido que así como para ellos ese constante cambio de personas resultaba estimulante, para ella era muy duro. Jamás había tenido la oportunidad de salir con chicos al estilo normal. Y eso la había convertido en un buen blanco. Cuando sus padres se habían marchado a Australia y ella había podido lograr un poco de estabilidad en su vida, carecía de la experiencia adquirida de una persona corriente. Franco James había sido encantador y persistente y ella había mordido el anzuelo hasta el fondo, sin percatarse jamás de las imprecisiones de su conducta, que cualquier otra chica habría atisbado a un kilómetro de distancia. ¡Pero eso era algo que Pedro Alfonso jamás sabría!
-Fue una actitud increíblemente egoísta por parte de tus padres. ¿Por qué decidieron irse a Australia?
-Más espacio para recorrer -sonrió con timidez-. Aunque me han contado que han abierto una tienda en Melbourne, en la que venden alimentos naturales y adornos étnicos. Incluso se han comprado una casita y planean venir a Inglaterra el año que viene para unas vacaciones de tres meses.
-Me gustaría conocerlos -él mismo se sorprendió diciendo eso. Luego se recordó que era el tipo de entorno que animaría a una chica a poner sus miras en un hombre con dinero, que pudiera prometerle la seguridad que anhelaba-. No siempre tengo la oportunidad de conocer a nómadas en mi vida cotidiana -corrigió; le dedicó una sonrisa breve y se puso de pie-. Voy a nadar un último largo antes de entrar a desayunar. Por si no conoces la costumbre, el desayuno tiende a ser un bufé. Todo el mundo va a estar ocupado por la fiesta de esta noche, así que si fuera tú, yo no esperaría que me sirvieran.
Entonces le dió la espalda y se dirigió hacia la piscina, dejándola crispada por ese comentario afilado. Tuvo ganas de tirar el libro a la nuca de esa cabeza arrogante, pero sabía que sería una mala idea ceder a esa emoción. A cambio, se puso de pie echando chispas y regresó a la villa. Durante un momento, había olvidado lo desagradable que era. Y por el bien de Federico, debía mantenerse en guardia. El objeto de su protección seguía dormido y lo pinchó con un dedo hasta que se dio la vuelta y la miró con ojos legañosos.
-No puedes quedarte todo el día en la cama -le informó sin preámbulo alguno y Federicole dedicó una sonrisa somnolienta.
-Suenas como una esposa.
-Fede, sé serio.
-Estoy siendo serio -sonrió-. ¿Dónde has estado?
-En la piscina.
-No sabes nadar.
-Lo sé, Fede. Estuve junto a la piscina con tu hermano, y empiezo a pensar que este asunto del compromiso no es una buena idea.
Eso lo impulsó a sentarse de golpe. La miró con expresión preocupada.
-Por supuesto que es una buena idea. No vas a dejarme plantado ahora, ¿Verdad? ¿Lo vas a hacer?
-No lo pensé bien -musitó-. Puedo entender por qué tú lo anhelas, de verdad, pero ahora que estoy aquí, no me gusta engañar a tu madre. Y tampoco a tu abuelo. Son personas agradables.
-No los engañamos -susurró con tono urgente-. Y el motivo por el que hacemos esto es porque son personas agradables. Por favor, no te vayas ahora, Pau. Por favor.
-Y otra cosa -añadió incómoda-. Tu hermano sospecha algo.
-¿Qué?
-Para empezar, cree que voy detrás de tu dinero.
Federico sonrió al oírlo.
-Bueno, eso está bien. Se encuentra totalmente desencaminado.
-Cierto, pero el hecho es que va a seguir sondeando hasta que averigüe la verdad.
-Sólo ha venido por tres días, Pau. ¿Cuánto crees que va a poder sondear en ese tiempo?
-Supongo que podría mantenerme fuera de su camino ese tiempo -repuso, más para sí misma-. No debería ser tan difícil. Puedo pegarme a quien sea que tenga cerca y entablar conversación.
-Lo que lo convencería de que tienes algo que ocultar -musitó Federico-. Por otro lado, quizá sería mejor si trataras de convencerlo de que se equivoca. Quiero decir, habla con él, dale la impresión de que nos adoramos. Lo cual, a propósito, tampoco sería una mentira.
La sonrisa juvenil era contagiosa y a regañadientes Paula se vió arrastrada por su optimismo.
-Y no te preocupes -añadió él-, sólo hemos venido a pasar una semana, luego nos volveremos a Inglaterra. Me vestiré, desayunaremos y luego, ¿Qué te parece si vamos a la ciudad a hacer turismo? -se levantó y la abrazó para tranquilizarla.
Después de la tensión de estar en compañía de Pedro, se entregó al abrazo con alivio. Una de las cosas más maravillosas de Federico era la amistad que tan desinteresadamente le brindaba. Había aceptado el compromiso porque lo quería y había sucumbido a la maravillosa mezcla de ternura y afecto que le inspiraba.
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