viernes, 15 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 18

¿De dónde  había  salido?  Tenía  que  haber  estado  al  acecho,  ya  que no lo había visto desde que entró.

-No  necesito  que  me  cuiden.  En  todo  caso,  ¿Sabes  dónde  está  Fede?

 -Quizá  no  cuidarte  -corrigió  Pedro- pero  habría  pensado  que  siendo tu novio, se habría quedado a tu lado como el pegamento. En particular con ese vestido.

 -¿Qué  le pasa a  mi  vestido?  -se  bebió  el  resto  de  su  primera  copa de champán, pero no logró relajarla. Sentía el cuerpo como una pieza elástica estirada al límite.

-Demasiada  piel  expuesta  en  la  espalda  -musitó  Pedro-.  Hace  que  un  hombre  se  pregunte  qué  hay  delante  -se  llevó  la  copa  a  los  labios  y  bebió  un  sorbo  de  champán,  pero  en  ningún  momento  dejó  de mirarla a la cara.

-Lo siento, pero he de ir a buscar a Fede.

-¿Por  qué?  Pareces  arreglarte  muy  bien  sin  él a  tu lado.  Algo  extraño.

-No veo nada extraño en ello -repuso irritada. -Se acaban de  prometer.  ¿No  deberían  estar  dominados  por  la  felicidad  del  compromiso,  sin  poder  apartar  las  manos  del  otro,  sin  ser capaces de separaros ni por un segundo?

-No sabía que fueras un hombre romántico que pensara en esos términos  -respondió,  soslayando  la  pregunta,  porque  lo  que  él  planteaba tenía perfecto sentido.

 En circunstancias normales, Federico estaría a su lado, presentándola a su familia.

-Soy la clase de hombre que, desde luego, no perdería de vista a su mujer.

 -Las cosas son  diferentes   en Inglaterra.   La  posesividad  desapareció en el medievo.

 -Lo  que probablemente  explica  por  qué  las  mujeres  inglesas  pueden ser tan poco femeninas. Demasiada independencia puede ser algo negativo.

-Oh,  claro  -olvidó  que  intentaba  localizar  a  Federico para  que  pudiera  rescatarla  del  hombre  peligrosamente  desconcertante  que  tenía ante ella-. A todas esas sufragistas que lucharon por el derecho de  las  mujeres,  les  encantaría  oírte  decir  eso.  Te  lincharían  en  el  árbol  más  cercano.  Para  tu  información,  la  independencia  es  algo  deseable.  De  hecho,  y  en  lo  que  a  mí  concierne,  sólo  un  hombre  inseguro  necesita  tener  a  una  mujer  al  lado  que  se  ocupe  de  todas  sus necesidades y lo ponga en un pedestal por encima de todo y de todos   -lo   había   aprendido  de la   forma  más   dura.  Podía   dar   conferencias sobre el tema.

 -No me malinterpretes. Yo creo en los derechos de las mujeres. De  hecho,  no  muestro  tolerancia  hacia  los  jefes  que  explotan  a  sus  empleados según su sexo, como tratar de pagarle menos a una mujer que  desempeña  el  mismo  trabajo  que  su  contrapartida  masculina.  Tampoco  creo  que  las  mujeres  deban  inclinarse  cada  vez  que  aparezca  su  hombre.  Sin  embargo,  estás  aquí  sola,  conoces  a  muy  poca gente. Era lógico esperar que tu novio estuviera a tu lado.

 La  lógica  de  lo  que  decía  la  dejó  sin  palabras  durante  unos  segundos.

-Fede...  -comenzó-.  Sé  que  Fede  quería  ver  a  un  montón  de  gente.  Si  hubiera  insistido  en  que  se  quedara  conmigo,  lo  habría  hecho,  pero  eso  habría  sido  injusto.  Me  gusta  moverme  como  entre  bambalinas, viendo cómo todo el mundo se divierte...

-¿Es  lo  que  haces  en  Inglaterra?  ¿Cuando  van  juntos  a  las fiestas? ¿Moverte entre bambalinas mientras mi hermano se dedica a lo suyo? -No vamos a menudo a fiestas -repuso con cautela-. Al menos, no  como  ésta.  Y  no  olvides  que  Fede apenas  tiene  tiempo  para  hacer vida social. El negocio de los restaurantes es bastante agotador y ahora que también tiene un club, sus horas son peculiares la mayor parte del tiempo.

 -¿Y eso no te molesta?

-Creo que deberíamos circular entre los invitados.

-Sólo siento curiosidad.

-¿Sí? -repuso con sarcasmo-. ¿O se trata de otro clavo que estás preparando  para  mi  ataúd?  Ya hemos  pasado  por  tus  sospechas.  No le veo sentido a seguir hablando de ellas. ¡Nada va a cambiar!

-Sea lo que fuere lo que yo pueda pensar sobre tus motivos para comprometerte con mi hermano, sigo sintiendo curiosidad por lo que piensas ante la idea de casarte con un hombre que rara vez estará a tu  lado  y,  desde luego, nunca  en  horas  sociales  -llamó  a  una camarera  con  la  mano  y  tomó  dos  copas  de  champán,  entregándole  una a ella

. Y  no  mentía.  Sentía  auténtica  curiosidad.  Lo  asombraba  que  su  hermano la hubiera dejado sola. Si hubiera sido él...

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