Un poco mareada todavía por el descenso en teleférico, no pudo resistir la tentación de interrogarlo. Además, él no tenía el monopolio de las preguntas. Poco a poco, casi sin que ella se diera cuenta, le había ido sonsacando fragmentos de su pasado, mientras que ella no sabía nada de él, aparte de lo que le había mencionado Federico.
-No sabía que los magnates disfrutaban yendo de compras -lo aguijoneó-. ¿No es un poco femenino?
-¿Insinúas que soy «femenino»?
Sonó tan mordaz, que decidió insistir un poco.
-No hay nada de malo en que un hombre sea sensible. O que le guste ir de compras -le encantaba ser ella quien por primera vez condujera la conversación-. Supongo que algunos hombres necesitan saber que llevan lo mejor para poder impresionar al sexo opuesto.
-Quizá algunos hombres -acordó él con suavidad- aunque no creo que tú seas una de esas mujeres impresionadas por el corte de un traje.
-No. -Entonces, ¿Te habrías enamorado de mi hermano de todos modos si lo hubieras visto con unos vaqueros manchados y un jersey agujereado?
¿Enamorado?
-Amaría a tu hermano llevara lo que llevara -respondió, evitando la fraseología de Pedro-. En cualquier caso, se pone vaqueros casi todo el tiempo, y unos muy gastados, aunque sus jerseys no tengan agujeros.
-Tal vez debería realizar una visita a Brighton para verlo en persona -musitó Pedro.
Paula sintió que la tensión le atenazaba la boca del estómago.
-Está muy ocupado casi todo el tiempo -comentó de forma vaga.
Se habían subido a un taxi, probablemente para ir a una de esas maravillosas tiendas donde él podría tirar su dinero. A pesar de ir vestido con informalidad, era evidente que la ropa que lucía le había costado un ojo de la cara. Pedro captó la evasiva.
-Sin duda no tan ocupado como para no recibir a su hermano mayor. Y menos ahora que es un hombre prometido. Cuanto más pienso en ello, más considero que sería apropiado que les hiciera una visita y os invitara a salir a celebrarlo a alguna parte...
-Creía que pasabas casi todo tu tiempo en Atenas -comentó ella en voz baja.
-Eso fue hace bastante tiempo. Antes de que la empresa se expandiera. Ahora paso una gran parte de mi tiempo en Londres. Tengo un departamento en Knightsbridge.
-Podríamos ir a verte -indicó ella ansiosa. La idea de que Pedro fuera a Brighton resultaba impensable-. De hecho, es una idea mejor. Sé que a Fede le encanta la ciudad y, bueno, sería agradable que yo lo acompañara. No voy a menudo a Londres -algo casi imposible siendo madre soltera. Sólo Dios sabía qué connotaciones siniestras proyectaría sobre ese hecho si lo averiguara.
Sabía que si insistía, Federico terminaría por ceder. Y toda esa charada se había ideado para que su abuelo estuviera en paz en el conocimiento de que el nieto favorito se hallaba encauzado por el buen camino. Si alguna vez se enteraba... Y la idea de que fuera su hermano quien se enterara, el hermano que tenía como modelo, que era su protector, lo aterraba. No por primera vez, deseó no haberse adentrado en ese sendero peligroso.
-¿Por qué no? -¿Por qué no qué...?
-Vas a Londres. ¿Es que mi hermano te exige que pases todo tu tiempo a su lado?
-¡Claro que no! Yo... nunca encuentro el tiempo para hacerlo. Ya sabes cómo es. Pretendes hacer cosas, ir a lugares, pero entonces, antes de darte cuenta, ha pasado otro año y no has podido hacer nada...
-¿Qué cosas quieres hacer?
-¿Qué cosas quieres hacer tú? Tiene que haber algo. No puedes ser feliz sólo trabajando.
-No sólo trabajo -repuso con pausa. Estaba apoyado contra la puerta del taxi, el cuerpo inclinado hacia ella, y le sonrió-. También soy un firme creyente de los juegos.
-¿Sí? -preguntó ella con cortesía-. ¿Y deportes practicas?
Pedro rió con suavidad y enarcó las cejas divertido.
-Los que involucran a miembros dispuestos del sexo opuesto.
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