viernes, 15 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 16

 Se  volvió  y  esperó  y se  sintió  gratificado  cuando  al  final  ella  se  tumbó en la toalla para poder mirarlo con ojos centelleantes desde un nivel menos elevado.

 -Bueno,  ve  al  grano  entonces  -espetó Paula-,  pero  no  esperes  ninguna aportación por mi parte, porque no la daré.

-¿Para cuándo está programada la boda?

-¿Perdona?

 -La boda. ¿Se ha establecido alguna fecha?

 -No.

 -¿No?  Me  sorprendes.  ¿Qué  sentido  tiene  un  compromiso  si  no  vas a ir al altar lo antes posible?

 -Abre  un  agujero  en  tu  teoría,  ¿Verdad?  -replicó  con  desdén-.  Pensabas  que  ya  me  había comprado  una  calculadora  para  sumar  todos  los  millones  que  iba  a  tener  a  mi  disposición.  Lamento  decepcionarte, pero no hay una fecha y ni siquiera hemos hablado de una boda.

 -¿Por qué?   -se volvió  para  poder observar su  expresión. 

Sorprendentemente,  tenía  un  rostro  muy  gráfico  y  él  se  consideraba  un  observador  penetrante.  Invariablemente,  la  gente  revelaba  las  emociones verdaderas y casi siempre él era capaz de detectarlas. Aparte de poseer una inmensa experiencia con mujeres.

-¿Qué  quieres  decir  con  eso?  No  todas  las  mujeres  consideran  que su objetivo vital es ponerse una alianza en el dedo en el menor tiempo posible.

-No, pero sí la mayoría, y todas lo harían si obtuvieran una enorme   recompensa   financiera   esperándolas  a  la   vuelta   de   la   esquina.

-¿De  verdad?  Entonces,  ¿Cómo  es  que  tú  nunca  te  has  casado?  Me  sorprende  que  alguna  mujer  inteligente  no  haya  tratado  de  lanzarse sobre la asombrosa riqueza de los Alfonso.

-Oh,  casi  todas  lo  intentan  -comentó  con  sequedad-.  No  hace  falta decir que no llegan a ninguna parte.

-Pobre Pedro-se   mofó-.   Destinado a estar solo por el  convencimiento  de  que  el  único  motivo  por  el  que  una  mujer  podría  salir con un hombre rico es por su dinero.

-Esto no  es  sobre  mí  -indicó  con  frialdad.  Se  sentó  para  que  quedaran  cara  a  cara-.  Y  no  tiene  sentido  tratar  de  desviar  la  conversación  en  la  dirección  opuesta.  Aquí  sólo  estamos  tú  y  yo,  así  que vayamos al grano. Jamás dejaré que te cases con Federico.

 Paula se quedó boquiabierta por la conmoción.

-Puede que no hayan establecido ninguna fecha, pero sospecho que  eso,  simplemente,  se  debe a  que  no  quieres  que  se  considere  que  estás  ansiosa  por  alcanzar  tu  objetivo.  Puede que  Fede sea  ingenuo de acuerdo con los patrones de otras personas, pero, desde luego,  yo no  lo  considero  un  idiota  e  imagino  que  tú  tampoco.  Las  alarmas se activarán si pasas del compromiso a planear la boda en un breve espacio de tiempo.

Paula había  logrado  cerrar  la  boca,  pero  tenía  los  ojos  muy  abiertos  por  la  incredulidad  a  medida  que  su  cerebro  embotado  asimilaba lo que él decía. Descartado había quedado todo fingimiento de  cortesía.  Ahí  estaba  el  puño  de  hierro  dentro  del  guante  de  terciopelo. No había ni el más leve atisbo de incomodidad en los ojos negros clavados en su cara.

-No  puedes  decirme  con  quién  puedo  o  no  puedo  casarme  -fue lo único que encontró para responder.

-Puedo cuando afecta a mi familia. Más allá de eso, en realidad poco me importa con quién te cases o qué hagas con tu vida -vió que le  temblaban  los  labios  y  se pertrechó  contra  sentirse  un  cerdo  por  haber  manifestado  su  observación  de  esa  manera.  «No  es  más  que  una representación», se dijo, «y el modo más apropiado de encararla es no prestándole atención».

-No puedo creer lo que oigo -musitó Paula.

-Claro que  puedes  -respondió  él-.  También  debes  haber  sabido  que  encontrarías  algo  de  resistencia  en  el  camino.  Lo  que quiero  establecer es cuánto valdría para tí abandonar el compromiso.

En  un  principio  había  pensado  que  podría  llegar  hasta  ella,  aguijonearla  para  que  abandonara  su  fachada  y,  de  algún  modo,  forzar su mano para que Federico pudiera ver por sí mismo la clase de mujer que era.

 -No entiendo  lo que  dices  -movió  la cabeza  en  mudo  desconcierto, a pesar de que ya estaba traduciendo lo que le decía en la medida que se aplicaba a ella.

Pedro suspiró.

 -Te  he  observado  con  mi  hermano.  He  de  reconocer  que  no  he  percibido  ninguna  pasión,  pero  es  evidente  que  entre  vosotros  dos  existe un lazo amigable. Soy un hombre justo...

-¿Tú?  ¿Justo?  -una  burbuja  de  risa  histérica  comenzó  y  estalló  en su garganta.

-Razón por  la  que estoy  preparado  -continuó  como  si  no  lo  hubiera  interrumpido-  a  pagarte  generosamente  por  romper  este  compromiso.  No me importa  cómo  lo  hagas,  pero  estoy  seguro  de  que ya se te ocurrirá algo. Me da la impresión de que eres una mujer muy  creativa.   Es  una   solución  que  funcionará  para   todos  los  involucrados. Yo me marcharé tranquilo sabiendo que le ahorro a mi hermano una vida de desilusión cuando decidas divorciarte de él más adelante. A tí te doy la opción de mantener una amistad con Fede hasta el momento oportuno en que poco a poco puedas salir de su vida,  y  recibiendo  algo  por  tu  cooperación. Afróntalo,  lo  mires  como  lo mires, estoy siendo asombrosamente generoso.

La  sangre fluyó  hacia  el  rostro  de  Paula en  una  oleada  de  color  furioso.  Pudo  sentir  todos  los  nervios  de  su  cuerpo  palpitar  al  adelantarse y abofetearle la cara. Con fuerza.

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