-Pareces cansada -notó que se cercioraba de mantener la máxima distancia posible entre ellos sin chocar contra la pared.
-Lo estoy. Ha sido un día largo.
Pedro dejó pasar unos segundos de silencio.
-Supongo que te refieres a nuestro paseo turístico.
Paula no tenía ganas de responder a la burla. En la fiesta, se había sentido ligera y estimulada y el alcohol le había proporcionado una sensación de excitación que la había mantenido a través del difícil proceso de mezclarse y charlar con los familiares de Federico, gente a la que nunca antes había visto. Acabada la velada, se sentía extenuada. No la ayudaba que ese hombre caminara a su lado y la escoltara a su dormitorio.
-Espero que entiendas por qué tengo serias preocupaciones acerca de tí, Paula.
-No quiero hablar de eso. Otra vez. Estoy cansada y sólo quiero meterme en la cama y dormir.
Su tiempo en la isla prácticamente estaba agotado y no había conseguido nada en lo referente a la protección de los millones de su hermano. Cierto que esa mujer no había sido lo que había esperado, pero no había encontrado nada que emplear como advertencia para su madre y Federico. Ni tampoco ella había aceptado el cebo tentador de que se le pagara. Y ahí estaba, despachándolo. Paula sintió alivio al ver la puerta del dormitorio, ya que la presencia no solicitada de Pedro la oprimía como una intimidad forzada, estirando cada nervio de su cuerpo hasta el punto próximo a la ruptura.
-Nunca lo he preguntado -comentó él como al descuido-. ¿Mi hermano y tú viven juntos? -eso explicaría la forma indiferente con que parecían que daban por hecho casi todo en su relación.
También justificaría la facilidad con que ella había descartado la zanahoria financiera que le había ofrecido para separarse de Federico. No representaría un incentivo si ya estaba disfrutando del botín mediante unos ingresos compartidos en una casa compartida en alguna parte. Se recriminó no haber ido nunca a ver cómo vivía su hermano. Siempre había sido cómodo que Federico viajara a Londres para verlo a él. De ese modo, nunca había tenido que interrumpir durante mucho tiempo su vida laboral. Podía imaginar el lujo del que disfrutaba Paula.
-De hecho, no. Muy bien, gracias por acompañarme a mi habitación, aunque sospecho que habría llegado a salvo yo sola -apoyó la espalda contra la puerta y le dedicó una sonrisa luminosa.
-¿No viven juntos? Confieso que estoy sorprendido.
Con un movimiento tan logrado que Paula ni siquiera fue consciente de que lo realizaba, Pedro alargó la mano, abrió la puerta y entró antes de que tuviera tiempo de abrir la boca para protestar. Fue el turno de él de encararla.
-No pensé que el convencionalismo de mantener alojamientos separados se aplicara aún en esta época cuando dos personas estaban prometidas.
A espaldas de Pedro, la lámpara que había sobre la cómoda iluminaba el sofá en el que Federico se había echado y que ninguno de los dos se había molestado en arreglar. Se habían mostrado escrupulosos en mantener las apariencias. Antes de que fueran a limpiar la habitación, toda prueba de ocupación del sofá se erradicaba. Por las dudas. Los empleados del hogar tendían a hablar demasiado y los rumores se propagaban. Paula no tenía ni idea de por qué no disponían de habitaciones separadas, pero el razonamiento de Federico había sido que su abuelo se habría mostrado sorprendido. Más que su madre, y, desde luego, Pedro habría quedado más que sorprendido. En Inglaterra, había parecido fácil ejecutar esos planes. Se quedó quieta en la puerta y juntó las manos a su espalda. Unas manos nerviosas contaban su propia historia.
-Estoy acostumbrada a vivir en mi propio espacio -soltó, apartando los ojos del condenado sofá-. Me gusta tener mis cosas alrededor y, además... con el horario de trabajo de Fede, no pasaríamos todas nuestras noches juntos... -pensó en Joaquín, corriendo por la casa, desperdigando los juguetes en el salón.
-Pero habría sido más conveniente, sin duda, no correr con los gastos de dos casas... -Supongo. Bueno... -bostezó y dió un pequeño paso atrás, para animarlo psicológicamente a imitarla y marcharse. No se movió.
-¿Adonde vas?
-¿Disculpa?
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