Pedro no se molestó en contestar. Fue hacia la cómoda y abrió el primer cajón. Paula soltó un grito estrangulado de horror.
-Necesitas cambiarte -explicó él sin darse la vuelta-. Y voy a tener que ayudarte.
-¿Ayudarme? ¿Ayudarme? ¿Cambiarme? -se incorporó en la cama y su tobillo protestó con furia por el movimiento repentino.
-¿Duermes con esto? -giró y de un dedo colgaba una camiseta grande-. He mirado, pero no logro dar con nada más que pueda pasar por un pijama, a menos que tengas guardado en otra parte los saltos de cama y los tangas.
-¡Puedo ponérmela yo misma! -él no dejó de hacer oscilar la camiseta de su dedo.
-Necesito ayudarte con ese chándal que tienes puesto
. -No soy una inválida.
-Ya has oído al médico. Nada de presión sobre el tobillo o te arriesgas a sufrir las consecuencias. Y ahora, ¿Por qué no empiezas a comportarte como una buena niña y me dejas ayudarte?
Se dirigió hacia ella y Paula soltó un profundo suspiro de resignación. Estar desvalida ya era bastante malo, pero hallarse a merced de ese hombre resultaba casi insoportable. Y encima estaba de un humor magnífico. Podía entender la causa. Había logrado aquello por lo que había ido hasta allí. No contento con ordenarle que dejara a su hermano, había tomado el tema entre sus manos y lo había hecho por ella. Dudaba de que se hubiera detenido a considerar las consecuencias de sus actos. Sencillamente, había hecho lo que mejor sabía, sortear todos los obstáculos y llegar a su destino por el camino más corto posible. Los sentimientos eran tecnicismos menores para los que carecía de tiempo. En todo caso, tan pronto como pudiera iba a tener que telefonear a Federico para explicarle lo sucedido. Mientras tanto... Apretó los dientes y cerró los ojos cuando Pedro, con delicadeza, le quitó los pantalones. Luego la acomodó debajo del edredón y con cuidado depositó la camiseta a su lado.
-Te estoy haciendo un favor -musitó; Paula abrió los ojos y lo miró con profundo escepticismo-. La idea de todo ese dinero debió de ser tentadora, en especial con todos los gastos asociados a la educación de un niño, pero, ¿De verdad puedes decir que hubieras sido feliz viviendo con alguien por quien no sientes nada?
-Siento mucho por Federico.
Extrañamente, no era eso lo que Pedro quería oír. Apretó los labios al sentarse en la cama junto a ella.
-En el pasado te hirieron. Quizá tengas sentimientos por Federico, pero quizá sean la clase de sentimientos equivocados -la miró pensativo-. Puede que me haya equivocado contigo -musitó despacio-. Dí por hecho que no eras más que una cazafortunas, dispuesta a poner tus manos en el dinero de mi hermano, sin importar lo que hiciera falta. Pero, analizándolo ahora, nunca encajaste con la imagen. No es que haya un patrón fijo para una cazafortunas. ¡Vienen en todas las formas y tamaños!
Paula sintió que empezaba a sentir calor bajo su escrutinio. Sin embargo, algo dentro de ella experimentó placer ante la idea de que ya no la considerara de lo más bajo. Se dijo que no podía importarle menos lo que pensara de ella, pero eso no frenó la pequeña burbuja de placer, aunque mantuvo el rostro impasible.
-¿Debería sentirme satisfecha de que hayas cambiado de parecer? ¿Después de que tomaras el asunto en tus manos y le hicieras ver a Fede que discutía mis asuntos personales primero contigo antes que con él?
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