Sin embargo, nadie más cuestionaba su presencia en la isla y enla vida de Federico. La cena se sirvió en el comedor, construido para celebrar grandes banquetes. La mesa podía acomodar a veinte personas con comodidad y Pedro se cercioró de ocupar una silla justo frente a ella, posición que haría que sintiera su presencia sin ser obvio al respecto. Como era habitual en las reuniones familiares, la bebida fluyó y la conversación se tornó más bullanguera a medida que transcurría la noche. Le agradó ver que el abuelo se hallaba en su elemento. «¡Ochenta», exclamó en algún momento entre el primer plato y el café, «no es más que otro número de dos dígitos!» Al llegar los licores, algunos de los invitados se habían ido a acostar, incluida su madre. El resto, encontraba excusas para alzar las copas y brindar por cualquier cosa. Cuando reinó un momento de silencio en la conversación animada, Pedro hizo sonar su cuchara en la mesa y aguardó hasta que todas las cabezas giraron en su dirección. Notó que Paula parecía más cauta que expectante. Alzó la copa directamente en su dirección y dijo:
-¡Por la hermosa Paula Chaves y su compromiso con mi hermano! -se oyó un bramido de consenso, y luego añadió en voz normal, mirándola-: A pesar de lo rápido que ha sido dicho compromiso...
Paula lo miró a los ojos y tembló. A la tenue luz de las velas, su rostro oscuro y atractivo parecía casi diabólico, pero de todos modos alzó la copa y el mentón con gesto desafiante.
-¿Por qué perder el tiempo cuando dos personas saben lo que quieren? -replicó con temeridad.
Con las charlas sonoras que los rodeaban, su conversación tenía una corriente susurrada y eléctrica que hacía que pareciera que hablaban en un lugar muy íntimo y solitario. Había esperado desconcertarlo, pero él simplemente alzó la copa en brindis silencioso y bebió un trago generoso, mirándola por encima del borde hasta que ella no aguantó más y rompió el contacto visual para buscar desesperadamente a Federico, ajeno a esas corrientes subterráneas mientras le contaba a uno de sus tíos su última incursión en el negocio de la vida nocturna. Tuvo que toser con mucha fuerza para atraer su atención, pero cuando la consiguió, se sintió aliviada de verlo ponerse de pie con equilibrio precario y despedirse de todos los aún presentes. Sintió la mirada inquietante y sombría de Pedro mientras abandonaban la sala. Sólo se atrevió a suspirar aliviada cuando llegaron al dormitorio y cerraron a su espalda.
-Bueno -comentó Federico-, ¿Qué te parece mi familia?
-Muy... animada -le sonrió y se acercó al tocador para comenzar a soltarse la trenza que contenía su pelo largo-. Tu madre es maravillosa, tan abierta. No estoy segura de lo que esperaba. Las madres pueden ser un poco posesivas cuando se trata de sus hijos -se miraron a través del espejo y él le sonrió.
-Ah, pero gracias al cielo, yo no soy el primogénito. Las expectativas más pesadas recaen sobre los hombros de Pedro. Y no es que no esté a la altura de ellas.
-Tú también, Fede.
-Difícilmente -la sonrisa titubeó un momento, pero luego se relajó y se acercó por detrás para masajearle los hombros hasta que parte de la tensión se evaporó-. Puedes ver por qué ayuda tanto que te haya traído... Pau, tú eres la única persona en quien confío y no sabes lo mucho que significa para mí...
-No lo digas -giró para mirarlo y tiró de él hasta tenerlo arrodillado delante de ella-. Yo también confío en tí... somos buenos el uno para el otro, Fede. Funciona en ambos sentidos. Sólo espero...
-¿Qué?
-Me parece que a tu hermano no le caigo bien -soltó sin rodeos-. ¿Lo has notado? Me da la impresión de que me miraba, quiero decir, de que realmente me miraba. Cuando todo el mundo estaba a la mesa y ofreció el brindis por nuestro compromiso, se inclinó hacia mí después de que todos reanudaran la conversación y dijo algo de que era un compromiso muy rápido.
-No te preocupes por Pedro-la tranquilizó Federico-. No es más que un hermano mayor. Siempre ha sido así. No fuimos a los mismos colegios. Él fue a un internado en Inglaterra, pero recuerdo que cuando venía por las vacaciones siempre se presentaba ante la entrada de mi colegio, para asegurarse de que todo iba bien -una sonrisa de afecto iluminó las facciones de Federico-. Él sabía que había unos chicos que me amedrentaban. Yo no quería que mamá se involucrara, pero Pedro no pensaba tolerarlo. Sólo tuvo que aparecer un par de veces para que jamás se repitiera. Es así, Pau. Siempre está ahí para la familia.
-Sí, pero...
-Pero nada. No te preocupes -le acarició el brazo con ternura-. Podrá ver que somos muy felices en la compañía del otro y eso bastará.
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