lunes, 11 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 7

La implicación  de que la intimidaba, de que quería huir de él, lo  consiguió.  Paula se  consideraba  una  luchadora.  Había  criado  a  Joaquín sola, había pasado todo el proceso del embarazo sin ayuda de nadie  y  había  resultado  casi  mortalmente  herida  por  el  colapso  espectacular de la relación con el padre de su hijo. Carecía de padres a los que poder recurrir y ninguna red útil de parientes cariñosos que pudieran  ayudarla  cuando  los  llamara.  Las dos únicas  armas  en  su  arsenal habían sido la determinación de traer a ese bebé al mundo y la resolución de ofrecerle todo el amor que era capaz de dar. Que Pedro Alfonso insinuara que huía asustada era como agitar un capote rojo ante un toro. Tal  como  había  esperado,  Federico se  hallaba  profundamente dormido cuando fue a buscar  la  crema  protectora  y  el  sombrero.  Decidió no despertarlo y regresó a la piscina. Lo encontró ya en el agua, surcándola con la fluidez de un pez. Lo  observó  unos  minutos,  fascinada  por  el  movimiento  de  los  músculos, y luego, despacio, fue hacia una de las tumbonas. En  esa  ocasión,  y  a  pesar  de  tener  los  ojos  cerrados,  fue  consciente  de  que  se  acercaba.  Lo  oyó  salir  de  la  piscina  y  luego  acercar una silla y sentarse junto a ella.

 -No  pensé  que  fueras  a  aceptar  mi  invitación  -dijo  Pedro,  mirando  la  piel  blanca  donde  finalizaba  el  top  y  comenzaban  los  vaqueros. 

Los  pechos  eran  dos  pequeños  montes  que  tensaban  el  tenue algodón.

-¿Por  qué no iba  a hacerlo?  Además,  tienes  razón;  Fede querría  que  fuéramos  amigos  o  al  menos  que  intentáramos  ser  amigables.

 -¿Es  tu  primera  visita  a Grecia?  -preguntó. 

Ella  seguía  con  los  ojos  cerrados  y,  sin  ser  observado,  se  descubrió  mirando  esos  dos  pechos pequeños y redondeados. Con cierto esfuerzo, apartó la vista. Paula abrió  los  ojos  y  a  regañadientes  lo miró.  Tenía  el  pelo mojado  y  echado  hacia  atrás,  y  el  cuerpo  aún  exhibía  un  lustre  húmedo  del  agua.  Deseó  que  volviera  a  ponerse  la  camisa,  porque  ese torso duro y bien definido era demasiado ante su cara.

 -Mi  primera  visita  a  Santorini  -respondió  con  frialdad,  clavando  la vista justo al frente, que le ofrecía un paisaje más tranquilizador-. Hace unos años estuve en Atenas.

-¿Con tu familia?

-No.

Como  era  evidente  que  no  quería  explayarse,  se  reclinó  y  aguardó en silencio. Tarde o temprano aportaría más cosas. La gente era predecible. Mostraría paciencia hasta que ella sola le suministrara los detalles que terminarían por enterrarla.

-No tengo familia. Al menos no en Inglaterra -Paula indicó al rato con  irritación-.  Mis  padres  se  fueron  a  vivir  a  Australia  hace  siete  años. Me temo que no nos vemos a menudo.

 -¿Fuiste con amigos, entonces?  -instó Pedro-.  Atenas  es  una  ciudad hermosa, pero me sorprende que la eligieras como destino con amigos.  Carece  de  la  intensa  vida  nocturna  de  otros  lugares,  como  Ibiza. ¿No es allí adonde van casi todos los ingleses a pasárselo bien?

 -Casi  todos  -convino  Paula,  resistiendo  el  cebo. 

Atenas  era  una  de esas cosas que no tenía intención de discutir. De hecho, pensar en aquel largo fin de semana allí la ponía enferma. Había sido la última vez  en  que  había  conocido  una  felicidad  completa  e  inocente.  Había  estado  enamorada,  o  eso  había  creído,  y  el  mundo  había  sido  un  lugar de ensueño.

-De modo que no conoces mucho de nuestra isla. -Pedro apenas fue  capaz  de  contener  la  impaciencia  en  su  voz-.  ¿O  sí?  ¿Te  ha  hablado Fede de ella? No recuerdo la última vez que estuvo aquí.

 -Oh, no. No la menciona mucho. Sólo me dijo que la villa era el hogar  donde  tu  abuelo  pasaba  las  vacaciones  y  que  iba  a  celebrar  aquí su cumpleaños.

 -¿Y la has encontrado al nivel de tus expectativas? -inquirió con tono sedoso.

Paula  se puso rígida.

-Realmente, no sabía qué esperar.

 -Vamos,  eso  no  puede  ser  verdad.  Todo  el  mundo  tiene  una  visión mental del lugar al que va de vacaciones.

 -Es  una  casa  magnífica  -fue  el comentario neutral de Paula.  Se  volvió hacia él y le dedicó una mirada , larga y fría-. ¿Es la respuesta adecuada o  debería  decir  otra  cosa?  Me  sorprende  por  su  tamaño,  pero sólo en cuanto residencia de vacaciones de una única persona.

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