miércoles, 13 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 14

En  el  silencio  que  reinó,  Paula sintió  que  se  sonrojaba  por  momentos.  Fue  consciente  de  que  la  observaba,  recreado  en.  el  silencio agónico mientras ella imaginaba la clase de deporte que tenía él en la mente.

 -Por  supuesto,  también practico otros  deportes   -fue  a  su   rescate-. De naturaleza más convencional -continuó-. Nado y trato de ir al gimnasio al menos una vez a la semana. No siempre resulta fácil. Tengo  varias  bases  alrededor  del  mundo,  pero,  a  mi  propia  manera,  soy  tan  nómada  como  lo  fueron  tus  padres.  Bueno,  ya  basta  de  hablar de mí. Es hora de que hagamos algunas compras.

Como en una nube, Paula se dió cuenta de que habían regresado a  la  capital.  Hasta  ahí  llegaba  el  turismo.  Sí,  había  visto  algunos  paisajes,    pero    había    estado    demasiado    enfrascada    en    su    acompañante como para asimilarlos. Ni una sola vez había sacado la cámara que había guardado en el bolso.

-Dijiste que no habías traído bañador, ¿Verdad?

-Exacto.

-Es algo que vamos a cambiar...

Tarde, comprendió que Pedro había tenido un destino en mente, y  no  era  otro  que  una  pequeña  tienda  de  bañadores  que  rebosaba  etiquetas caras y dependientas solícitas. Se detuvo en seco y se volvió hacia él.

-No necesito un bañador.

-Creo  que  sí,  sencillamente  porque  vamos  a  pasar  un  par  de  horas  en  la  playa  y  es  poco  práctico ir  a  la  playa  completamente  vestido.

-¡No voy a ir a la playa!

 -¿Por qué no?  Le  dije  a  mi  hermano  que  te  llevaría  a  hacer  turismo y las playas forman parte de la experiencia turística.

-A Fede no le gustaría...

-¿Por qué no?

-Porque...  -se  dió  cuenta  de  que  bloqueaban  la  puerta  cuando  una pareja los apartó con gesto de irritación.

-¿Cree que puedo hacerle alguna insinuación a su mujer?

-¡No, claro que no! ¡Y eso ha sido extremadamente grosero!

Pedro echó la cabeza atrás y rió. Luego movió la cabeza y la miró a través de los cristales oscuros de las gafas de sol.

-Es gracioso, viniendo de tí.

-¿Qué quieres insinuar...?

En vez de responder de inmediato, la llevó a un lado, la pegó a la pared y se inclinó hasta que los ojos de Paula no tuvieron espacio para  maniobrar  más  allá de  su  poderoso  cuerpo.  Sentía  como  si  se  ahogara en su presencia.

-¿Por  qué  no  dejamos  los  juegos?  -apoyó  el  brazo  en  la  pared,  casi  sobre  ella-.  Los  dos sabemos  de  qué  va  este  así  llamado  compromiso. Te he observado con mi hermano y he esperado que me demostraras que me equivoco, pero nada de lo que has dicho o hecho ha  conseguido  convencerme  de  que  no  buscas  el  dinero  de  mi  hermano.

-Te equivocas -titubeó, pálida-. ¿Cómo puedes decir eso?

 -Puedo decirlo porque no soy un tonto ingenuo.

-¿Y Fede lo es?

-Fede es...  Fede.  Cuando  la  mayoría  de  los  chicos  de  catorce  años  descubría  los  juegos  de  testosterona,  mi  hermano  pensaba en formas nuevas de marinar la carne. Hay una parte de él que  vive  en  su  propio  y  pequeño  mundo  e  incluso  una  parte  más  grande  que  confía  en  la  gente.  Le  da  poco  valor  al  dinero  y  espera  que el resto del mundo sienta lo mismo. Yo sé que las cosas no son así.

-Tú no lo entiendes -sentía como si se ahogara en una marea de malentendidos, ninguno de los cuales podía aclarar ella.

 -¿Qué no entiendo?  -la  voz  fría  la  presionó  como  una  fuerza  física.

 Apenas logró mirarlo a los ojos con cierto grado de control. Sin embargo, su voz no quiso cooperar. Al  ver que sólo  recibía  una  mirada  muda,  él  agitó  la  cabeza  exasperado.

-Vamos a comprarte un traje de baño. Esta conversación no ha terminado, y conducirla aquí no es lo más ideal.

-¿Esperas  que  vaya  a  la  playa  contigo  ahora?  Después de que  me hayas acusado... de...

-O  mantenemos  esta  conversación  en  algún  sitio  privado  o  la  tenemos en la villa. Tú eliges.

 -¡No busco el dinero de tu hermano! -suplicó una última vez.

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