lunes, 4 de diciembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 60

–¡Sofi, no quiero verlo!

–¡Claro que no! Aparte de otras cosas, la última vez que lo viste, te pegó. Pero estoy de acuerdo con Pedro, tienes que ir a verlo.

Paula estaba por decir una ordinariez, cuando vió que Valentina había dejado de jugar, y se había quedado mirándola. Entonces  protestó, contentándose con decir:

–¡Deberías haberte dedicado a la psicología y no a la maternidad!

–No sé si no se trata de lo mismo –dijo Sofía–. Ponte ese vestido verde, te queda muy bien.

Paula se miró, y dijo:

–¿Y qué le digo cuando me pregunte por mi marido?

–Dile que te dejó espantada del matrimonio de por vida. Es la verdad, ¿No? Toma, queso parmesano.

Paula le puso queso a la pasta y se sirvió ensalada.

–Este mes parece que hubieran sido nueve meses –dijo Paula.

 –¡Sé lo que se siente! –y para alivio de Paula, no nombró a Pedro  ni a Pablo.

Pero cuando Paula fue a tomar el taxi para regresar a su casa, Sofía le recordó:

–A la una y media el sábado, no te olvides, Pau.

Paula no contestó. Al fin y al cabo, ¿Por qué le iba a hacer caso a Pedro? ¿Cómo estaría él? ¿Dónde estaría? ¿Pensaría en ella?

Pedro en ese momento no estaba pensando en ella, sino que intentaba convencerse de que tenía treinta y cuatro años, y no setenta, que era la sensación que tenía mientras jugaba con Matías, o mejor dicho mientras perdía con Matías.

–Pepe, despierta, ¿Quieres? ¡Maldigo la hora en que conociste a esa mujer, Paula, o como se llame!

–Yo también.

–Ráptala. Compra la casa de al lado de su casa. Adopta mellizos, así no tienes tiempo de pensar en ella. ¡Pon un anuncio solicitando una nueva mujer! ¡Pero haz algo, por el amor de Dios!

–¡Déjame en paz! –contestó de malos modos Pedro.

–¡De acuerdo! ¡De acuerdo! Pero hazme un favor, vete a buscarla a Halifax, o quítatela de la cabeza. ¡Estoy harto de verte como un perro con la cola entre las patas!

–Tienes razón. He tirado la toalla. He venido a Toronto como un...

–Como un perro con la cola entre las patas –agregó Matías.

–Supongo que tienes razón. Voy a estar en Montreal los próximos días, pero antes de Navidad volaré a Halifax, y... conseguiré algo.

Se secó la palma de la mano húmeda en los pantalones cortos. Paula no querría casarse con él, seguramente. Y no querría saber nada de él, pero él sería el padre de su hijo. Un verdadero padre. No como el suyo. Aunque ella no quisiera casarse con él, no permitiría que le arrebatase la paternidad de su hijo también. Tiró la pelota en el aire y esperó. Esa vez ganó el juego por nueve a cinco.

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