-Es lamentable, lo admito.
-¿Y eso es todo lo que tienes que decir al respecto? -fomentó un poco de ira sana porque él comenzaba a inclinarse sobre ella, con las manos apoyadas a los lados de su cuerpo tendido, que temblaba con vergonzosa percepción-. Eres el más desagradable...
-Lo sé. Creo que ya me has dicho eso. Pero aun así, te hago sentir cosas que mi hermano nunca te ha hecho vivir ni nunca podrá. Reconócelo. No sé si habrías seguido adelante con una boda si yo no hubiera aparecido, pero aparecí y creo que los dos sabemos que te he hecho un favor.
-¿Cómo puedes estar ahí sentado justificando con tanta calma tu conducta?
-Todo es en nombre de la verdad -respondió-. Y soy lo suficientemente honesto como para reconocer cuando he cometido un error. Por supuesto, tú ibas a casarte con Federico por los motivos erróneos, pero la intención no era tan evidente como en un principio pensé. Eres una madre soltera con una profunda desconfianza hacia el sexo opuesto. Fede representaba al protector y el refugio seguros. Ninguna emoción poderosa, pero tampoco nada de química. Habrían sido una pareja destinada al fracaso.
Paula observaba el rostro oscuro y diabólicamente sexy con renuente fascinación.
-No necesito emociones poderosas -se oyó decir-. Las tuve y no me aportaron nada bueno.
-El hombre equivocado -murmuró Pedro. A la luz tenue, la irregular subida y bajada de los pechos de ella resultaba hipnotizadora. La visión que había estado acosándolo semanas surgió en su mente con perturbadora claridad, el recuerdo de esos pechos, la sensación de tenerlos bajo las manos, el sabor en su boca. Debía salir de esa habitación o terminaría por comportarse como un triste y necio bruto, feliz de aprovecharse de una mujer que literalmente no podía huir de él. Se echó para atrás y se levantó, girando con rapidez para ocultar el bulto sobresaliente de su erección-. Necesitaré una sábana -anunció con brusquedad, sólo girando la cara para mirarla hasta no estar seguro de haber recuperado el control de su cuerpo-. Puedo dormir en el sofá del salón. Si dejas la puerta del dormitorio abierta, podré oírte en caso de que necesites algo.
-No hay necesidad...
-Existe toda la necesidad -cortó con voz dura-. Es culpa mía que te cayeras y es responsabilidad mía cerciorarme de que no te causas más daño.
-¿Por qué es culpa tuya? -tuvo visiones de él subiendo a hurtadillas las escaleras por la noche para comprobar su estado, viéndola en toda su dormida vulnerabilidad...
-Si no hubieras estado huyendo de mí, jamás habrías tropezado con ese escalón. Si te hubieras hecho más daño, cargaría con ese peso toda mi vida. Facilitaba las cosas pensar que sus motivos eran egoístas. Pudo respirar con alivio, porque encajaba en la categoría en la que desesperadamente quería meterlo. -Y no podemos permitir eso, ¿Verdad? -indicó con frío sarcasmo-. Hay sábanas en la cómoda del rellano, y también un par de almohadas extra. Siempre las tengo preparadas por si se queda a dormir un amigo de Joaquín.
-De acuerdo. ¿Y su colegio está...?
-Puedo hacer que vaya acompañado de una dle las otras madres.
-Lo llevaré yo.
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