-Quizá deberías ir a conocer a Brenda -indicó Paula con cara seria-. No querríamos interponernos en tu camino hacia una posible pareja, ¿Verdad, Fede?
Pedro titubeó. En circunstancias normales, habría estado encantado de conocer a la chica, pero cuando miró al ángel rubio que le devolvía la mirada con inocencia, sintió una descabellada renuencia a marcharse. ¿Es que no recordaba que ese supuesto ángel estaba prometido con su hermano? Hasta compartían la misma habitación, ¡La misma cama! Debía estar perdiendo el juicio... pensando en la novia de su hermano... preguntándose...
Brenda Papaeliou era todo lo que recetaba el doctor. Era vivaz, deslumbrante e inteligente. Y muy, muy directa. Trabajaba para la empresa de su padre y jamás había alimentado la ambición de hacer otra cosa. «Altamente recomendable», pensó Pedro mientras buscaba y encontraba con la mirada a Paula, quien otra vez había sido abandonada por Federico, aunque no parecía irle mal entre un grupo de los hombres más jóvenes. Dios, no sólo tenía que cuidar de su hermano, sino también darle algunos consejos sobre cómo llevar a esa mujer. Cuando se anunció a la multitud variada que la cena estaba servida, él escuchaba cómo su acompañante extendía las alas y le hablaba de sus aficiones. Le gustaba la equitación, y pensaba en seguir un curso de arte para poder pintar cuando se retirara del trabajo activo para casarse y tener hijos. En ese punto, llegó a la conclusión de que la conversación se tornaba un poco peligrosa para su gusto. No había mentido al decirle a su madre que seguiría el camino esperado al cumplir los cuarenta. Era una buena edad para casarse y asumir las responsabilidades de tener una familia. Con una buena chica griega, parecida a la encantadora joven cuya tarjeta encontró junto a él a la mesa. Se había contratado un servicio profesional de catering para ocuparse del banquete, que era una cena formal. Se habían distribuido varias mesas en el jardín abierto para acomodar a los ochenta y tantos invitados, y tuvo que reconocer que la comida era magnífica. También servida con la eficacia de pagar lo mejor para que ofreciera lo mejor. Aunque costaba decidir si la multitud disfrutaba de la excelente comida más que de los magníficos vinos servidos. Desde luego, en el transcurso de la velada, el nivel de ruido había crecido en proporción al nivel de alcohol ingerido. Bebió lo suficiente para parecer sociable, y luego paró. Era divertido ver a todo el mundo perder la cabeza, pero él no tenía intención de imitarlos. Sin embargo, ayudó a crear una atmósfera asombrosa cuando poco antes de la medianoche, su abuelo hizo sonar la cucharilla contra su copa de cristal y dió una discurso corto pero divertido acerca de alcanzar la edad de ochenta años. Rindió tributó a su maravillosa esposa perdida ya y con elegancia le dió las gracias a todos por haber realizado el tremendo esfuerzo de presentarse en la isla para poder acompañarlo en la celebración de su cumpleaños. La ronda de aplausos fue apasionada. Varias personas ofrecieron discursos, para alegría de los invitados. Cuando el ruido se apagó, Federico, que siempre había sido el favorito de su abuelo, se esforzó por ofrecer unas palabras sobrias y casi tuvo éxito, salvo por el sonoro hipo final. Eso también fue recibido con vítores.
-Después de todo esto -comenzó Pedro, poniéndose de pie y alzando su copa en un último brindis por el hombre que había afectado todas sus vidas de un modo u otro-, mis breves palabras sólo pueden llegar como un jarro de agua fría... Lejos de ello.
Paula había bebido más de lo que acostumbraba, pero aún era consciente de lo intenso y conmovedor que fue el breve discurso de Pedro. Y al final, cuando todos los que aún podían ponerse de pie lo hicieron para unirse al brindis, ella los imitó. Durante un segundo, sus ojos se encontraron y experimentó algo raro en su interior. Sin saber de dónde podía proceder, lo achacó a la influencia del champán. Había bebido bastantes copas de la bebida espumosa antes de la comida, para luego reemplazarlo por vino. Constantemente le habían llenado la copa. Acabados los brindis, la gente comenzó a separarse, algunos yendo a abrazar al anciano antes de retirarse, otros dirigiéndose hacia el jardín. Por unos altavoces ocultos sonaba música de Nat King Cole. Paula arrinconó a Federico y le susurró si no sería mejor que también ellos se retiraran.
-La noche aún es joven -le sonrió y la abrazó-. Cariño, has estado brillante. Estás preciosa y has cautivado a todo el mundo.
-Se nota que te cuesta hablar -comentó Paula con irritación.
Con el rabillo del ojo, vió que Pedro se alejaba con la morena del brazo.
-¿Te gustó mi discurso?
-Fue maravilloso.
-Bailemos y luego, si estás cansada, puedes ir a acostarte. Yo voy a quedarme hasta que amanezca.
Le pareció bastante razonable. Se unieron a los demás en la otra zona amplia de jardín que se había convertido en una pista de baile al aire libre. Sus ojos otearon la oscuridad y se posaron en Pedro, que también bailaba con la morena bien pegada contra el cuerpo. El corazón le dió otro vuelco, algo casi tan irritante como el hecho de que no había sido capaz de no buscarlo. Se preguntó si se marcharían juntos. La idea hizo que se sintiera encendida y molesta. Permitió que Federico la tomara en brazos y apoyó la cabeza en su hombro. Era un bailarín maravilloso. Incluso borracho, sus pies parecían programados para hacer exactamente lo que debían. Paula se dejó llevar. Cerró los ojos y apenas fue consciente de una canción lenta tras otra. En mitad de un tema, justo cuando sus pensamientos comenzaban a flotar a la deriva, la voz de Pedro la devolvió con brusquedad al momento. Había estado tan lejos mentalmente, que en su confusión tardó unos segundos en darse cuenta de que se había acercado para solicitar un baile con ella. Antes de que pudiera protestar, Federico se apartó con cortesía y la comodidad segura de sus brazos se vio reemplazada por un abrazo más duro e infinitamente más peligroso. Paula sintió que el cuerpo se le tensaba y trató de imponer unos centímetros de espacio entre ellos, pero la lentitud de la música no la ayudó en las maniobras.
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