miércoles, 20 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 28

-¿Sabes algo de tu hermano?

Paula miró a Federico, tendido en su sofá.  Los  domingos  eran  los  únicos  días  que  disfrutaba  lejos  del  trabajo y siempre trataban de hacer algo juntos. Ese día habían ido a los Pavillion Gardens, donde Joaquín disfrutó mucho. El clima había sido maravilloso  y  se  habían  llevado  una  cesta  de  picnic,  preparada  por  Federico.  Como  siempre,  había  sido  una  comida  deliciosa  y  exquisita  para ellos tres y seis personas más que los habían acompañado. Joaquín había  disfrutado  siendo  el  centro  de  atención.  Sabía  que  era  difícil  para  él.  Estaba  llegando a  la edad  en  la  que  empezaba  a preguntar  por  qué  no  tenía  padre,  y  Paula sabía  que  esas  preguntas  se tornarían más acuciantes con el tiempo. Se  había  enfrascado  en  sus  pensamientos  cuando  Federico la  devolvió a la realidad dándole una respuesta afirmativa.

 -¿Sí?  -al  instante  se  puso  alerta.  Habían  transcurrido  tres  semanas  y  ya  había  empezado  a  pensar  que  tal  vez  Pedro hubiera  olvidado la amenaza de estar en contacto y cerciorarse de que había roto  el  compromiso.  Se  había  serenado  y  pensado  que  lo  que  había  parecido  tan  real  e  importante  en  Santorini,  podría  haberse  fundido  con el entorno bajo el ajetreo frenético de la vida cotidiana de Pedro-. ¿Qué  le  contaste?  No  vendrá  aquí,  ¿Verdad?  -sabía  que  en  su  voz  había  pánico  de  que  pudiera  entrar  en  su  ritmo  normal  de  vida.  En  ese momento, esa cara dura, arrogante y ridículamente sexy se elevó de entre las brumas de la memoria como un puñetazo en el estómago-. No puede venir aquí, Fede. No quiero verlo.

 -Quieres  decir  que  te  asusta  verlo  -se  apoyó  sobre  un  codo  y  sonrió-. ¡Oh, las tupidas telarañas que tejemos!

-¡No es gracioso!

 -Lo  es  cuando  te  distancias  y  lo  observas.  Allí  estábamos,  haciendo   nuestros   planes   con   despreocupación,   y tú terminas enamorada de mi hermano. ¿Quién habría podido predecirlo? No... -reflexionó  unos  momentos-.  Yo  podría  haberlo  hecho.  Ha  tenido  ese  efecto  sobre  las  mujeres,  prácticamente  desde  el  día  en  que  nació.  Era  un  seductor  entonces  y  lo  es  ahora.  Pero  te  lo  advierto...  te  irá  mejor si no te enredas con él. Es el típico rompecorazones.

 -Dime  algo  que  no  haya  descubierto  -se  mofó. 

Se  puso  de  pie,  completamente cómoda con los pantalones a cuadros del pijama y el chaleco sin mangas que había conocido días más vibrantes. Eran  poco  más  de  las  ocho  de  la  noche.  Joaquín estaba  dormido  arriba,  extenuado  por  el  día  tan  activo  físicamente,  y  ella  no  tenía  planes  de  salir  de  casa.  Lo  más  probable  era  que  Federico terminara  en el sofá cama. A las nueve y media daban una película que los dos querían  ver  y  a  menudo  él  se  quedaba  si  consideraba  demasiado  esfuerzo ir a su ático con vistas a la playa.

-Y no me he enamorado de él. Es arrogante y reprobable.

-Pero altamente irresistible para el sexo opuesto.

-Cometí un error. ¿Cuántas veces lo has hecho tú?

-Demasiadas para mencionarlas, cariño, pero yo no soy tú.

Paula decidió  esquivar  esa  línea  de  conversación.  Federico la  conocía demasiado bien.

-¿Qué le contaste?

-De hecho, poca cosa. Llamó anoche cuando estaba inmerso en tratar de arreglar un enorme fiasco con las gambas y no disponía de mucho tiempo para charlar.

-¿Te preguntó si seguíamos prometidos?

 -Supongo  que  espera  que  sea  yo  quien  aporte  voluntariamente  esa información.

Se  tomó unos  segundos  en  digerir  eso.  En  lo  referente  a  Pedro,  ella iba a ser la responsable de dejar a Federico, presumiblemente sin mencionar  lo  sucedido  entre  ellos.  Por  lo  tanto,  habría  parecido  extraño  que  preguntara  si  aún  seguían  juntos  cuando  carecería  de  motivos para formular dicha pregunta en primer lugar.

 -¿Y qué le vas a contar?

-Ni idea -se reclinó en el sofá y clavó la vista en el techo. Paula no  dejó  de  mirarlo-.  No  me  gusta  mentir  -continuó  Federico al  rato-,  pero sé que mi madre estará terriblemente preocupada si piensa que ya no soy un hombre prometido. Tendrá imágenes mías muriendo por el  corazón  roto,  solo  en  mi  departamento  sin  más  compañía  que  botellas vacías de vodka y la televisión. Y mi abuelo no está muy bien ahora.  Todos  esperamos  que  sea  porque  la  fiesta  le  resultara  excesiva,  pero...  -la  miró  con  expresión  preocupada-.  También  Pedro está  preocupado  por  él  y  es  un  hombre  que  jamás  se  preocupa  a  menos que haya una razón válida. Le dije que me reuniría con él en Londres  en  algún  momento  de  la  semana  próxima.  Quizá  pueda  esquivar  el  asunto  del  compromiso  y  ocuparme  de  ello  en  algún  momento del futuro...

«¿Esquivar?  Tratar  de  ello  en  el  futuro?»  No  eran  palabras  que  asociara con Pedro Alfonso. Pero lo más inquietante era otra cosa. Iría a Londres  a  reunirse  con  su  hermano.  No  había  necesidad  de  que  lo  acompañara y no pensaba hacerlo.

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