miércoles, 13 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 11

 -Pero tienes que pasar algo de tiempo con él -le dijo al oído-. De verdad, sé que Pedro puede ser algo abrumador, pero siempre ha sido el hombre más justo que jamás he conocido.

-Si fuera tan justo...

-Justo  pero aterradoramente  anticuado  en sus  creencias.  No  tienes  nada  que  temer  en  su  compañía.  No buscas mi dinero  y  nos  queremos mucho. Así que dame unos minutos y bajaremos juntos a desayunar, ¿De acuerdo?

Pedro  la esperaba fuera. El corazón se le cayó a los pies  al verlo de  pie  junto  a  uno  de  los  coches,  apoyado  de  forma  casual  sobre  el  capó de espaldas a ella, hablando por el móvil. La intención de estrangular a Federico por la trampa que le había tendido  para  conseguir que  su hermano  la  llevara,  a  Santorini  de  turismo, se había evaporado ante el primer obstáculo.  Le había  sonreído  con  expresión seductora  y,  de  algún  modo, había logrado mitigar su irritación al suplicarle que fuera amable con Pedro.  Le había asegurado que era la manera más rápida de desterrar cualquier  suspicacia  que  pudiera  albergar.  Había  argüido  que  una  persona  abierta  y  amigable  era  una  persona  que  no  tenía  nada  que  ocultar, y su hermano no tardaría en perder interés al comprobar por sí mismo que ése era el caso. Paula había aceptado a regañadientes, pero se había sentido impulsada a señalarle que tenía una gran deuda con ella.  Pero  de  pie  allí,  mirando  la  espalda  ancha  de  Theo,  le  fue  imposible no sentir una cierta aprensión. Se había disculpado con Lina, con la esperanza de que la mujer mayor  considerara  oportuno  destinarla  a  algún  deber  para  la  fiesta,  pero  no  tuvo  esa  suerte.  La  madre  de  Federico le  había  sonreído  con  expresión  encantadora,  prometido  mantener  conversaciones  más  largas en cuanto se acabaran las actividades frenéticas de la fiesta y expresado su deleite de que se llevara bien con Theo. Él  giró  en  redondo  en  cuanto  ella  comenzó  a  caminar  hacia  el  coche, cerrando el móvil antes de metérselo en el bolsillo. Llevaba  unos  bermudas  de  color  caqui  y  una  camisa  de  manga  corta. Tenía un aspecto estupendo, casual y muy, muy sofisticado, en especial  con  las  gafas  oscuras  que  le  ocultaban  los  ojos  y  le  imposibilitaba saber qué estaba pensando.

-De  verdad,  no  es  necesario  que  hagas  esto  -anunció  Paula en  cuanto  se  acercó-.  Tienes  trabajo  y  a  mí  me  encantará  distraerme  con un libro junto a la piscina o en el jardín.

Pedro aceptó el comentario con una leve inclinación de cabeza y, en  vez  de  responder,  abrió  la  puerta  del  lado  del  pasajero  para  que  ella subiera.

 -Aunque es  poca  aventura  cuando  se  te  ha  prometido  un  recorrido  de  la  isla,  ¿No?  ¿Leer  un  libro  en  el  jardín?  -murmuró  una  vez dentro.

Detrás  de  las  gafas  oscuras,  Paula sólo  podía  imaginar  la  expresión  de  triunfo  en  sus  ojos  mientras  contemplaba  una  mañana  de exhaustivo interrogatorio.

-No he venido aquí en busca de aventuras -repuso Paula-. En realidad, ni esperaba tener la oportunidad de explorar la isla. Fede me  comentó que  en  cuanto se  hubieran   terminado   las  celebraciones, regresaríamos en una fecha posterior para ver todo lo que no pudiéramos ver en esta ocasión -al saber que pasaría un día bajo  el  sol  intenso,  se  había  puesto  una  falda  corta  de  color  verde  lima  que  le  ceñía  las  caderas  y  un  pequeño  chaleco  blanco. 

En  ese  momento, se sentía espantosamente expuesta, a pesar de que sabía que a Pedro no le interesaba mirarle las piernas.

-¿Qué te contó Fede de la isla?

-Que es pequeña y que tiene algunas tiendas bonitas.

Pedro esbozó una mueca.

-Recuérdame  que  le  diga  que  jamás  se  le  pase  por  la  cabeza  entrar en la industria del turismo. Bueno, aquí tienes algunos hechos. La  isla  es  uno  de  los  volcanes  más  violentos  del  planeta.  Algunos  afirman que hace tres mil años, arrasó a toda la civilización mi-noica. Y, lo creas o no, no había turismo merecedor de mención hasta hace bastante poco, cuando la gente se dio cuenta de que si se sumaba un cráter  famoso  a  unas  asombrosas  playas  de  arena  negra,  se  tenía  unas instalaciones de visita obligada.

 -¿Y tú no lo apruebas?   -sintió  que era  arrastrada  a  regañadientes  a  la  conversación.  Si  su  misión  era  mostrarse  muy  amigable  y  mitigar  cualquier  sospecha,  entonces,  ése  era  un  punto  tan  bueno  como  cualquier  otro  por  el  que  empezar,  ya  que  le  interesaba de verdad la historia del lugar.

 -¿Qué isla pequeña aprueba el turismo? -la miró brevemente.

Paula volvió a desear que se quitara las gafas.

-¿Las que ganan un montón de dinero con él? -aventuró.

-No significa que a los nativos les guste -señaló Pedro. Le señaló varias vistas y llamó su atención sobre los colores de las piedras y la naturaleza del paisaje-. Desde luego -continuó con el tema original-, todos trabajan para fomentar el turismo porque eso significa mejorar su  propio  estilo  de  vida,  pero,  ¿No  estás  de  acuerdo  en  que  mina  la  autenticidad de un lugar?

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