-Pero tienes que pasar algo de tiempo con él -le dijo al oído-. De verdad, sé que Pedro puede ser algo abrumador, pero siempre ha sido el hombre más justo que jamás he conocido.
-Si fuera tan justo...
-Justo pero aterradoramente anticuado en sus creencias. No tienes nada que temer en su compañía. No buscas mi dinero y nos queremos mucho. Así que dame unos minutos y bajaremos juntos a desayunar, ¿De acuerdo?
Pedro la esperaba fuera. El corazón se le cayó a los pies al verlo de pie junto a uno de los coches, apoyado de forma casual sobre el capó de espaldas a ella, hablando por el móvil. La intención de estrangular a Federico por la trampa que le había tendido para conseguir que su hermano la llevara, a Santorini de turismo, se había evaporado ante el primer obstáculo. Le había sonreído con expresión seductora y, de algún modo, había logrado mitigar su irritación al suplicarle que fuera amable con Pedro. Le había asegurado que era la manera más rápida de desterrar cualquier suspicacia que pudiera albergar. Había argüido que una persona abierta y amigable era una persona que no tenía nada que ocultar, y su hermano no tardaría en perder interés al comprobar por sí mismo que ése era el caso. Paula había aceptado a regañadientes, pero se había sentido impulsada a señalarle que tenía una gran deuda con ella. Pero de pie allí, mirando la espalda ancha de Theo, le fue imposible no sentir una cierta aprensión. Se había disculpado con Lina, con la esperanza de que la mujer mayor considerara oportuno destinarla a algún deber para la fiesta, pero no tuvo esa suerte. La madre de Federico le había sonreído con expresión encantadora, prometido mantener conversaciones más largas en cuanto se acabaran las actividades frenéticas de la fiesta y expresado su deleite de que se llevara bien con Theo. Él giró en redondo en cuanto ella comenzó a caminar hacia el coche, cerrando el móvil antes de metérselo en el bolsillo. Llevaba unos bermudas de color caqui y una camisa de manga corta. Tenía un aspecto estupendo, casual y muy, muy sofisticado, en especial con las gafas oscuras que le ocultaban los ojos y le imposibilitaba saber qué estaba pensando.
-De verdad, no es necesario que hagas esto -anunció Paula en cuanto se acercó-. Tienes trabajo y a mí me encantará distraerme con un libro junto a la piscina o en el jardín.
Pedro aceptó el comentario con una leve inclinación de cabeza y, en vez de responder, abrió la puerta del lado del pasajero para que ella subiera.
-Aunque es poca aventura cuando se te ha prometido un recorrido de la isla, ¿No? ¿Leer un libro en el jardín? -murmuró una vez dentro.
Detrás de las gafas oscuras, Paula sólo podía imaginar la expresión de triunfo en sus ojos mientras contemplaba una mañana de exhaustivo interrogatorio.
-No he venido aquí en busca de aventuras -repuso Paula-. En realidad, ni esperaba tener la oportunidad de explorar la isla. Fede me comentó que en cuanto se hubieran terminado las celebraciones, regresaríamos en una fecha posterior para ver todo lo que no pudiéramos ver en esta ocasión -al saber que pasaría un día bajo el sol intenso, se había puesto una falda corta de color verde lima que le ceñía las caderas y un pequeño chaleco blanco.
En ese momento, se sentía espantosamente expuesta, a pesar de que sabía que a Pedro no le interesaba mirarle las piernas.
-¿Qué te contó Fede de la isla?
-Que es pequeña y que tiene algunas tiendas bonitas.
Pedro esbozó una mueca.
-Recuérdame que le diga que jamás se le pase por la cabeza entrar en la industria del turismo. Bueno, aquí tienes algunos hechos. La isla es uno de los volcanes más violentos del planeta. Algunos afirman que hace tres mil años, arrasó a toda la civilización mi-noica. Y, lo creas o no, no había turismo merecedor de mención hasta hace bastante poco, cuando la gente se dio cuenta de que si se sumaba un cráter famoso a unas asombrosas playas de arena negra, se tenía unas instalaciones de visita obligada.
-¿Y tú no lo apruebas? -sintió que era arrastrada a regañadientes a la conversación. Si su misión era mostrarse muy amigable y mitigar cualquier sospecha, entonces, ése era un punto tan bueno como cualquier otro por el que empezar, ya que le interesaba de verdad la historia del lugar.
-¿Qué isla pequeña aprueba el turismo? -la miró brevemente.
Paula volvió a desear que se quitara las gafas.
-¿Las que ganan un montón de dinero con él? -aventuró.
-No significa que a los nativos les guste -señaló Pedro. Le señaló varias vistas y llamó su atención sobre los colores de las piedras y la naturaleza del paisaje-. Desde luego -continuó con el tema original-, todos trabajan para fomentar el turismo porque eso significa mejorar su propio estilo de vida, pero, ¿No estás de acuerdo en que mina la autenticidad de un lugar?
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