lunes, 11 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 8

Pedro pensó  que  podía  parecer  una  chica  de  diecinueve  años,  pero que no había nada infantil en su mente. ¿Es que acaso lo había esperado? Cualquier cazafortunas de talento tendría la astucia de un zorro y sería lo bastante inteligente para saber cómo y cuándo usarla. Desde luego, no habría intentado sonsacarle demasiada información a su  hermano  del  lugar  al  que  se  dirigían.  Eso  despertaría  sospechas.  Hasta para el crédulo Federico.

-Se  construyó  en  una  época  en  que  había  más  miembros  de  la  familia  para  usarla.  Mi  abuela  estaba  viva  y  todos  sus  hijos  seguían  en  casa.  Luego,  durante  un  periodo  corto,  hubo  nietos.  Los  tiempos  han  cambiado,  pero  el  afecto  que  siente  mi  abuelo  por  la  isla  no  ha  variado y elige venir aquí siempre que puede para poder disfrutar de la paz del entorno. A pesar de que el turismo ha crecido, él se queda en la casa y apenas es consciente de las tiendas y los hoteles que se han levantado en las últimas dos décadas.

 -¿Y tú vienes  aquí  en  las  vacaciones?  -preguntó  Paula con  curiosidad.

-No suelo tenerlas -le informó sin rodeos.

-¿Por qué no?

 -¿Perdona?

-¿Por qué no te tomas vacaciones? ¿Eres una de esas personas que cree que relajarse es una especie de pecado?

La miró con incredulidad. El modo en que encaraba la pregunta, lindaba casi con  la  insolencia.  Ésta era una cualidad  que nunca  encontraba, no en las personas que conocía en el trabajo y menos en las  mujeres  con  las  que  entablaba  contacto.  Y  el  modo  en  que  lo  miraba,  con  expresión  firme  y  levemente  desdeñosa,  le  disparó  el  pulso con furia. «¡Una cazafortunas»,   pensó,  una  mediocre   e   insignificante   cazafortunas que cruzaba espadas verbales con él!

-Dirijo  un  imperio  vasto  y  complejo,  y  a  pesar  de  que  pueda  parecer  una  locura,  tomarse  unas  vacaciones  cada  dos  semanas  no  es un ingrediente clave en mi éxito. -La gente siempre se considera indispensable, pero nunca lo es. Fede a  menudo  dice  que  puede  haber  abierto  dos  restaurantes  y  un  club  nocturno,  y  que  pueden  funcionar  bien,  pero  el  papel  más  importante  que  podría  desempeñar  es  cerciorarse  de  que  sigan  funcionando  bien  aunque  él  no  esté  presente.  Supongo  que  es  un  poco como tener un hijo. Se dedica todo a criarlos y, desde luego, te necesitan,  pero al final,  si  los  cuidados  ofrecidos  por  los  padres  son  medianamente decentes, terminan por ser lo bastante seguros como para extender las alas y encontrar su propio destino.

-¿Y qué sabes tú de niños?

Paula tuvo ganas de darse una patada. Pedro Alfonso era peligroso. Debería  mantener  la  guardia  alzada  en  vez  de  dejarse  seducir  para  mantener una conversación significativa. -Sólo  digo  que  no  parar  nunca  de  trabajar  me  parece  un  estilo  de vida inútil -se encogió de hombros. Las palabras y el gesto le dispararon el nivel de furia. Su plan de averiguar  más  cosas  sobre  ella  se  le  había  vuelto  en  contra.  Decidió  postergar el interrogatorio un poco más.

-Desde luego, tengo a mi servicio a personas con mucho talento y   de   absoluta   confianza,   pero yo controlo las riendas de mi organización. Si quieres, llámalo el «estilo griego» de hacer las cosas.

-De acuerdo.

-¿De acuerdo, qué? -espetó.

-De acuerdo, lo llamaré el estilo griego de hacer las cosas, si eso te hace sentir mejor. Le costó controlarse.

 -Dime, ¿Hace cuánto que conoces a mi hermano?

-Oh, un par de años.

 -Un par de  años.  ¿Llevas  saliendo  un  par  de  años  con  mi  hermano y tu nombre sólo ha salido a la superficie ahora? Me cuesta creerlo.  Fede llama  a  nuestra  madre  todas  las  semanas.  Habría  hablado de tí mucho antes.

-He dicho que  lo conozco  desde  hace  un  par  de  años,  y  así  es.  Hemos sido  amigos  desde  hace  un  tiempo  -podía  sentir  que  entraba  en  territorio  peligroso. Sabía  adonde  iba  él.  Había  percibido  su  mezquina y suspicaz mente nada más verlo, pero no podía permitirse el  lujo  de  crear  un  antagonismo  para  que  hurgara  más.  Tenía  que  convencerlo  de  que  todo  era  precisamente  lo  que  parecía  ser,  y  provocarlo  no  era  la  mejor  manera  de  lograrlo.  Le  sonrió,  y  esperó  que con calidez-. Conectamos de inmediato. Fede posee todas las cualidades  que  admiro  en  un  hombre.  Es  amable,  considerado  y  modesto. Todo su personal lo adora por ello, igual que yo.

-¿Y  cómo se conocieron?  -podía captar la  sinceridad  en  su  voz,  pero  no  podía  abandonar  la  suspicacia  de  que todo era demasiado  bueno para ser verdad. Y menos con tanto dinero de por medio.

-Trabajé para él  -repuso con  sencillez-.  Era la contable  de  sus  restaurantes cuando los  abrió.  Al  principio  sólo  estábamos  una  secretaria y yo, pero a medida que el éxito se ha asentado, el equipo ha crecido. Ahora somos diez y trabajamos a tiempo completo. Nunca has ido a Brighton a ver a Fede , ¿Verdad?

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