viernes, 12 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 9

Por un momento nadie habló. Las risas y las conversaciones del cóctel quedaron olvidadas. Era casi como si ellos tres estuvieran solos en la habitación. Pedro fue el primero en romper el pesado silencio.

—Señorita Chaves, ¿Nos disculpa un minuto? Me gustaría hablar con Lucas a solas.

—Naturalmente.

No había nada que le apeteciera más a Paula en aquel momento que librarse de la carismática presencia de Pedro. Lucas se volvió hacia ella.

—¿No te importa? —le preguntó en tono preocupado.

Paula asintió.

—No te preocupes. Adelante.

Los ojos de Pedro buscaron los de ella, y Paula notó que se sonrojaba.

—Estás en tu casa. Diviértete con la fiesta.

Desconcertada, ella sonrió sin convicción.

—Gracias.

Aunque su voz grave y profunda era amable y desprovista de emoción, Paula no se dejó engañar. A Pedro Alfonso no le caía bien. Y en pos de aquella certidumbre se le reveló otra: como enemigo sería muy temible. Inmóvil como una estatua, vió a Lucas y Pedro desaparecer a través de una puerta adyacente al bar. Como si sintiera su mirada, Pedro se dió la vuelta, por un breve instante, sus ojos se encontraron de nuevo durante un instante eterno. Luego, dándose la vuelta, él cerró la puerta tras ellos. Paula se estremeció.


El despacho de Pedro tenía una fuerte personalidad. Allí él podía relajarse y, durante un rato al menos, olvidar su trabajo y sus enormes responsabilidades. Sin embargo, aquella vez la habitación no consiguió producirle su habitual efecto tranquilizador. Aquella noche no podía engañarse a sí mismo. Sabía por qué. Sin embargo, la idea lo sacaba de quicio. Paula Chaves. Ella era la culpable; era la responsable del fuego que ardía en su cuerpo. Desde la muerte de Cecilia había habido muchas mujeres. Habían entrado y salido de su vida como por una puerta giratoria. Sin embargo, muy pocas le habían causado impresión, y desde luego, nunca una impresión honda o duradera. Y nunca le había dicho la palabra «Amor» a ninguna mujer, ni tenía intención de hacerlo. Entonces, ¿Por qué había sido tan rápida, tan intensa, su reacción ante Paula? Desde luego, no cabía duda de que era encantadora. Su pelo brillante enmarcaba un rostro mágico, sus pechos generosos llenaban deliciosamente el vestido que llevaba. Aun así, había habido otras mujeres hermosas, algunas incluso mucho más. Pero había un aura de inocencia en ella. Probablemente ella misma no era consciente, pero era el tipo de mujer por el cual un hombre podía llegar a dar cualquier cosa con tal de conseguirla. Su hijo demostraba no ser una excepción. Suspirando profundamente, dirigió su atención hacia el sonido de risas y cristalería. La fiesta estaba en pleno apogeo; sus invitados se lo estaban pasando en grande. Pero en aquel instante no le importaba el éxito o el fracaso de su fiesta. Le preocupaba Lucas y su relación con Paula Chaves. Desde detrás de él, el sonido de un suspiro más profundo que el suyo le hizo volverse.

—¿No crees que ya te lo has pensado bastante? —Lucas parecía estar al límite de su paciencia—. Suelta lo que tengas que decir y acaba de una vez. Paula estará preguntándose qué me ha ocurrido.

Lucas estaba sentado en una de las butacas de cuero, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas extendidas delante. Sus rasgos expresaban claramente su exasperación.

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