miércoles, 10 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 4

—¿Y bien?

Justo cuando Paula estaba buscando algo que decir, llegó el camarero con su cena. Una oleada de alivio la invadió. Una vez el camarero se hubo marchado, el silencio continuó mientras ambos se concentraban en sus primeros platos. Sin embargo, la carne de cangrejo no le supo a nada a Paula. Era inútil; no podía fingir que la propuesta de Lucas no la había afectado. Cuanto más comía, peor le sabía la comida. Finalmente, después de comerse menos de la mitad, dejó el cubierto y apartó levemente el plato. Se llevó la copa a los labios. Por encima del borde, vió a Lucas contemplándola. Él tampoco parecía tener el menos interés en la comida, aunque había conseguido comer más que ella.

—Quizás deseen un postre —les preguntó el camarero, apareciendo como por ensalmo.

Paula sacudió la cabeza.

—No, gracias.

—Yo tampoco —dijo Lucas.

Hasta que el delicioso aroma del café no surgió de las delicadas copas de porcelana que les pusieron delante, Lucas no volvió a decir nada.

—¿Y bien? —repitió.

A pesar de la seriedad de la situación, Paula sonrió.

—Y bien ¿Qué?

Él volvió a tomarle la mano y se la apretó.

—Esto no es un juego, Paula.

—¿Tienes por costumbre proponer matrimonio a todas las mujeres con las que sales? —le preguntó ella, forzando una ligereza de tono que estaba lejos de sentir.

La boca de Lucas formó una mueca petulante.

—Hablo en serio, Pau. Estoy enamorado de tí y quiero casarme contigo.

Aunque Paula no se tomó realmente en serio su proposición, de todas formas se sintió incómoda. La determinación brillaba en los ojos de Lucas.

—No puedes sentir lo que dices, Lucas.

—Sí, te lo aseguro —dijo él testarudamente.

—Sabes que me siento honrada…

—Maldita sea, Paula, no quiero que te sientas honrada. Quiero que digas que te vas a casar conmigo.

Paula enarcó las cejas.

—Empiezo a pensar que sí hablas en serio.

—Por supuesto que sí.

—Oh, Lucas —dijo ella, sosteniéndole la mirada—. Sabes que he disfrutado viéndote estos meses. Pero también sabes que no he pretendido ser otra cosa que una amiga —el tono de Paula era dulce—. Por primera vez me siento satisfecha con mi vida. Quiero disfrutar de mi trabajo y mi libertad.

Ella también hablaba en serio. Pero, aunque no fuera aquel el caso, no estaba enamorada de Lucas Alfonso, y no podría estarlo nunca.

Lucas se inclinó hacia adelante, y en sus ojos persistía aquel brillo de determinación.

—No te vas a librar tan fácilmente. Te lo advierto aquí y ahora, no voy a renunciar.

—Y yo te advierto que estás perdiendo el tiempo.

Lucas sonrió irónicamente.

—¿Estás preparada para la fiesta?

—¿La fiesta? —repitió Paula, mirándolo sin comprender.

—Sí, mi padre está celebrando una fiesta. Y vamos a aparecer por sorpresa, para presentártelo.

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