lunes, 8 de abril de 2019

Cencienta: Capítulo 69

Lágrimas de felicidad empaparon las pestañas de Paula. Poniéndose de puntillas, le sujetó la fría visera con la mano y le dió un beso. Su esposo le devolvió el beso con fervor, con reverencia, con pasión. Después de horas, o quizá minutos, se apartó para tomar aire. Los ojos de Pedro brillaban… ¿De quién eran las lágrimas que le humedecían las mejillas? Paula no sabía si eran suyas o de él. Pero ¿qué importancia tenía? Eran uno solo.

–Gracias por ser un loco –le dijo con el corazón lleno de alegría–. Gracias por hacer que todos mis sueños de la infancia se hicieran realidad.

Él bajó la vista hacia ella. Su hermoso rostro resplandecía.

–Y gracias a tí –le susurró, acariciándole la mejilla–. Por hacer que quisiera bailar.




Y en su primera fiesta de aniversario, celebrada en el mes de septiembre, no hicieron otra cosa que bailar y bailar. Él la guiaba por la pista de baile del salón de fiestas de la mansión de Sonoma, haciéndola girar sin parar. Su falda colorida se desplegaba en una miríada de tonalidades. Los invitados dejaban escapar exclamaciones de asombro que sonaban al unísono… No eran muchos, no obstante; solo la familia y los amigos más cercanos. El padre de Paula contuvo la respiración mientras los veía bailar. En los brazos tenía al hijo de ambos, su nieto, Baltazar. Pedro la atrajo hacia sí. Paula levantó la vista hacia él, casi sin aliento.

–Oh, Dios, oh… –murmuró ella, batiendo las pestañas–. Eres muy buen bailarín. ¿Has tomado clases?

–Ya sabes que sí. Las has tomado conmigo –la hizo girar y entonces esbozó una sonrisa traviesa–. No veo ningún dedo roto.

–Porque me llevas tú.

–No –susurró él, atrayéndola hacia sí–. Nos llevamos el uno al otro.

Paula levantó la vista hacia él, embelesada con tanta felicidad. Su vida durante los diez últimos meses había sido un desfile de acontecimientos felices. Pasaban el tiempo a caballo entre Roma y San Francisco, donde había empezado su negocio de joyería, Paula Alfonso Limited. Su primera colección había sido un gran éxito internacional y había sido expuesta en la feria de joyería de San Francisco. Tantas cosas habían cambiado durante ese año… Paula todavía se sorprendía al pensar que año y medio atrás había asistido a la feria de joyería de San Francisco como una invitada más; una chica con un sueño. Y un año después era uno de los vendedores que contaban con un espacio en el evento. Con el apoyo financiero de Sofía, la empresa estaba prosperando y los pedidos empezaban a llover. Pronto tendría que contratar a más empleados. Solía viajar con su marido y con el bebé a Singapur, a Noruega, a Namibia… Y allí se inspiraba para sus diseños. Viajaba gustosamente allí donde la llevara el plan de expansión de Alfonso Worldwide.

No hay comentarios:

Publicar un comentario