lunes, 22 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 23

Paula podía ratificar aquello, pero, naturalmente, se mantuvo callada. No le había contado a Lucas el incidente de su despacho, ni tenía intención de hacerlo. Deseaba poder borrarlo de su mente. Pero, por mucho que lo intentara, aún podía sentir la impronta de aquellos fuertes y tensos labios sobre los suyos. Lo había visto solamente dos veces, pero ya sentía algo, una emoción que no podía identificar. Y el hecho de que fuera el padre de Pedro y mucho mayor que ella no facilitaba las cosas. Súbitamente, tragó saliva y apartó el rostro para que Lucas no viera la confusión reflejada en sus ojos.

—¿Paula?

Ella hizo girar la cabeza.

—Lo siento —dijo ella, lanzándole una sonrisa resplandeciente a modo de compensación.

—Pasaré a recogerte a las ocho.

La sonrisa de Paula se desvaneció.

—¿Crees que es una buena idea?

—Claro, ¿Por qué no?

Por alguna razón, su actitud desenfadada y petulante la irritó.

—Sabes muy bien por qué no —le soltó.

Él se rió entre dientes y la besó en la mejilla.

—Si te prometo no mencionar la palabra «Matrimonio», ¿Me dejarás invitarte a cenar?

—Lucas…
—Le llamaremos cena de celebración —dijo él, ladeando la cabeza—. Venga, ¿Qué me dices?

Súbitamente, ella pensó en la advertencia de Pedro.

—De acuerdo —dijo temerariamente—. Iré.

Incluso para ser noche de viernes, el restaurante que eligió Lucas estaba demasiado abarrotado. Era otro de los favoritos de ella. Había estado allí varias veces con Laura. Además de una atmósfera relajada, tenía la mejor barra de ensaladas de Houston, junto con la pizza más sabrosa. Aquella noche, la banda de la sala de al lado estaba tocando un tema de Kennie Rogers. Mientras el camarero les llenaba las copas de vino, seguía el ritmo con el pie. Una vez el camarero se hubo marchado, Lucas le preguntó:

—¿Te alegras de haber venido?

Paula sonrió.

—Sabes que sí.

—Entonces, brindemos por el éxito del proyecto, ¿Quieres?

Paula alargó la mano hacia la copa, y cuando iba a tomarla, se quedó paralizada. El color desapareció de su rostro. De pie en la puerta y mirándola directamente a ella estaba Pedro Alfonso.

—Paula, ¿Qué te ocurre? —le preguntó Lucas—. ¿Estás enferma o algo? Parece que hayas visto a un fantasma.

Durante otro largo momento, Paula permaneció como congelada, incapaz de apartar los ojos de Pedro. Sólo cuando él dirigió la atención de nuevo a la mujer que lo acompañaba, pudo Paula apartar la mirada de su imponente figura. Incluso entonces, cuando volvió el rostro hacia Lucas, fue la imagen de Pedro la que vió.

—¿No irás a desmayarte, verdad? —le estaba preguntando Lucas.

Paula sonrió valientemente aunque el estómago estaba dándole saltos.

—Es… tu padre.

—¿Aquí?

—Sí, aquí —a Paula le temblaba levemente la voz.

El bufido de disgusto de Lucas no podía ser ignorado. Luego, mientras empezaba a mascullar entre dientes, se dió la vuelta.

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