lunes, 22 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 24

Pedro y su acompañante estaban abriéndose paso entre las mesas hacia la terraza, o al menos, eso deseaba Paula. Pero, para llegar allí, tenían que pasar junto a su mesa. A ella se le aceleró el pulso.

—No puedo imaginar qué está haciendo aquí —dijo Lucas, con el rostro sombrío.

Paula apretó los labios.

—Es muy sencillo. Está espiando.

Lucas abrió la boca para replicar, pero la cerró inmediatamente cuando una sombra se cernió sobre la mesa. A Paula se le secó la boca. Lucas clavó la mirad en su copa. Nadie dijo una palabra. Luego, él alzó la cabeza y dijo:

—Hola, papá.

Una gruesa arteria latía en la garganta de Pedro.

—Hijo, señorita Chaves.

—¿Qué los trae a Diana y a tí por aquí? —el tono de Lucas rondaba con la hostilidad—. No sabía que les gustara la pizza.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí.

Lucas apretó los labios. Paula había mantenido los ojos apartados de Pedro a propósito. Evidentemente aburrida con lo que ocurría en la mesa, Diana había dirigido su atención a otra mesa contigua y estaba charlando con los comensales. «No está mal», se dijo Paula, mientras estudiaba el cuerpo voluptuoso de Diana.

—Bueno, que pasen una agradable velada —estaba diciendo Pedro, en tono distanciado.

Paula alzó la cabeza bruscamente, sabiendo que Pedro les deseaba a ella y Lucas todo menos una agradable velada.

—Ya —dijo Lucas, poniendo voz sarcásticamente a los pensamientos de Paula.

En el fugaz instante de titubeo que siguió, los ojos de Paula se encontraron con los de Pedro. Algo pasó entre ellos que no tenía nada que ver con Lucas. El color desapareció lentamente del rostro de Paula al notar cómo la mirada de Pedro parecía acariciar la plenitud de sus pechos, apenas cubierta por el suave tejido de su vestido. Luego, apartando la mirada, Pedro mostró una leve sonrisa fría que ni siquiera merecía el nombre de sonrisa.

—Señorita Chaves.

En el instante en que Diana y Pedro se alejaron, la camarera llegó con el pedido de Lucas y Paula. Una vez le llenaron de nuevo las copas, intentaron fingir que nada había ocurrido. Se rieron por pequeños incidentes, que habían ocurrido en la planta y discutieron amablemente sobre cosas in importancia. Paula hizo el esfuerzo de saborear todo lo que comía, pero no pudo. La pizza le sabía a cartón. Finalmente, se rindió y apartó el plato. Lucas, sin embargo, no parecía tener el mismo problema. Devoró su lasaña con gran apetito.

—¿No tienes hambre? —le preguntó Lucas, apartando el plato vacío.

—Supongo que no —respondió ella.

—¿Te importa si me la acabo yo?

Ella sonrió y sacudió la cabeza.

—Bueno, es que me parece un desperdicio dejar comida buena en el plato.

Paula, haciendo un esfuerzo por olvidar que Pedro estaba sentado en el otro extremo del salón con la mirada clavada en ella, centró su atención en Lucas. Aun así, no pudo olvidarse de la molesta presencia de Pedro. Era consciente de ella con todos los nervios de su cuerpo.

—Mmmm, esto sí que era una pizza —dijo Lucas al fin, frotándose el estómago—. No sabes lo que te has perdido.

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