miércoles, 3 de abril de 2019

Cenicienta: Capítulo 59

–Me cambié el nombre hace tres años, cuando mi padre se divorció de mi madre, cuando ella se estaba muriendo. Ya no quería ser una Hainsbury, así que adopté su apellido de soltera.

–Sabías que Alfonso Worldwide jamás te contrataría si figuraba ese nombre en el currículum.

–Sí –admitió ella con un hilo de voz.

–Viniste como espía.

–¡No! Solo trataba de encontrar un trabajo desesperadamente – sacudió la cabeza con lágrimas en los ojos–. Me fui a San Francisco para perseguir un sueño…

–Mentiras –le dijo él–. Te fuiste a San Francisco para seducir a David Wakefield y que te diera información acerca de los diseños Preziosi, para que tu padre pudiera copiarlos en China. Pero entonces te llevé al baile Preziosi y te diste cuenta de que podías conseguir un premio mucho mejor –soltó una carcajada amarga–. Decidiste convertirte en mi amante, para poder pasarle información a tu familia.

–¡Yo nunca te traicionaría! –dijo ella, entre sollozos–. ¡Iba a decírtelo todo! Me lo juré a mí misma, cuando finalmente me di cuenta de que no sabías lo de mi familia. Todo este tiempo, yo pensaba que sí lo sabías, hasta el día en que te dije que te amaba por primera vez.

Le temblaba la voz, pero esas lágrimas no iban a funcionar con él. Esa vez no.

–Eso fue hace semanas –la agarró de los hombros y la miró a los ojos–. Todo este tiempo, yo pensé que podía confiar en tí. Y tú solo estabas esperando a poder darme la puñalada en la espalda. ¿Cuál era tu objetivo? ¿Cómo van a ir contra mí? ¿Tu padre y tu primo están tramando otra opa hostil?

–¡Tú me conoces lo bastante como para saber que yo no haría algo así! –exclamó Paula y entonces le miró con los ojos muy abiertos. Un río de lágrimas corría por sus mejillas–. ¿Es que no lo ves?

–Ojalá no te hubiera conocido nunca –los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos. Apenas podía respirar, ni pensar–. Solo hay una última cosa que necesito saber.

–¿Qué?

Le tocó el labio inferior con la yema del dedo.

–¿Hasta dónde llegan tus mentiras?

Ella entreabrió los labios al sentir el roce de su mano. Él deslizó la mano a lo largo de su cuello, pasando por encima de sus pechos, la curva de su vientre…

–¿El bebé es mío?

Ella abrió aún más los ojos.

–Dime la verdad, Paula –le dijo en un tono amenazante–. ¿Te has acostado con otro hombre?

Un sollozo incontenible se le escapó a Paula de los labios. De repente, Pedro olvidó que estaban en aquel salón abarrotado, se olvidó de Alfonso Worldwide, se olvidó de Romina. Lo único que podía pensar era que amaba a Paula. Ese había sido el sentimiento que crecía en su interior un momento antes de enterarse de todo. La amaba… Pero la mujer a la que amaba era una mentira…

Ella se tambaleaba. Casi parecía que se iba a caer.

–¿De verdad crees que haría algo así? –le susurró–. ¿Crees que me acostaría con otro hombre? ¿Crees que me acostaría con otro hombre, y que después me casaría contigo para pasar el resto de mi vida mintiéndote? ¿Cómo puedes pensar algo así? Yo te quiero.

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