lunes, 29 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 38

Ella se puso aún más pálida y se encogió como si Pedro le hubiera dado un puñetazo. Seguidamente le espetó, consumida por una hirviente furia:

—¿Acaso crees que no lo intento?

Un profundo silencio se produjo a continuación. Finalmente, fue Courtney quien quebró el silencio.

—Mire, la culpa no es de nadie —dijo, sacando otro cigarrillo y encendiéndolo.

Luego, posando la mirada en Pedro exclusivamente, añadió:

—Hemos intervenido los teléfonos de su casa y de su oficina. No creo que tarden en tener algún tipo de noticias. En base a lo que oigamos, planearemos nuestra estrategia.

—No se ponga en plan paternalista conmigo, Courtney —la amargura de Pedro era palpable en su voz—. Los dos sabemos que las posibilidades de encontrar a mi hijo con vida no son…

Paula se lo quedó mirando con los ojos dilatados. Pedro le devolvió la mirada durante un angustioso instante, luego masculló una maldición y apartó la vista. Antes de que nadie pudiera decir nada, Adrián James se acercó a ellos.

—Ya está todo listo, Santiago —le dijo a su colega.

Pedro se volvió hacia Paula.

—Venga, vamos a tomar tus cosas y nos marchamos.

—Y mientras tanto —dijo Courtney—, si a usted le parece bien, señorita Chaves, llamaré a una empresa que conozco que pueden venir a arreglarle la casa… están  especializados en este tipo de vandalismo. Supongo que su seguro lo cubrirá todo.

—Eso… espero —dijo Paula, saliendo del coche y obligándose a caminar junto a Pedro por la acera arriba.

Una vez entraron de nuevo en la casa, Paula se movió como un robot entre los restos de su habitación, donde hizo el equipaje todo lo rápido que sus temblorosas manos le permitieron. El trayecto hasta el rancho transcurrió en silencio. Ella se recostó en el asiento y fingió dormir… No tenía nada que decirle a Pedro, además, y mucho menos después del brutal comentario respecto a su incapacidad para recordar los rasgos del secuestrador. Alicia salió a recibirlos a la puerta con los ojos enrojecidos y la boca temblorosa.

—Oh, Pedro —gimoteó—. ¿Qué vamos a hacer?

—Todo lo que sea posible hacer, Alicia —dijo Pedro dulcemente, apretándole las manos extendidas.

—Es que no puedo creerlo —gimoteó ella de nuevo, dirigiendo brevemente los ojos hacia Paula—. No puedo creerlo. Mi precioso Lucas…

—Alicia —la interrumpió Pedro—. La señorita Chaves va a ser nuestra invitada por una temporada. Han entrado en su casa y la han destrozado.

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