miércoles, 10 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 5

Paula permaneció en silencio mientras Lucas se internaba con su Seville por la carretera asfaltada que conducía al rancho de Alfonso. Odiaba admitirlo, pero el corazón le latía con más fuerza de lo normal. Aunque Lucas había negado por segunda vez que hubiera ningún problema por presentarse inopinadamente en la fiesta de su padre, las dudas de Paula persistían. Aunque Pedro no tuviera nada que objetar, ella sí. Fraternizar con los ricos y famosos no tenía ningún interés para ella. Aun así, sentía curiosidad por el rancho. Los rumores que había oído no se referían tan sólo al hombre mismo, sino también a sus dominios privados. Al parecer era un lugar de gran atractivo, y en más de una ocasión se habían alojado allí jefes de estado de países visitantes.

Durante el trayecto de quince millas, no se había producido entre ellos prácticamente conversación. Ella lo había mirado en varias ocasiones, notando cada vez que tenía la mandíbula apretada en un gesto de obstinación. Desde que habían salido del restaurante, no había vuelto a decir nada sobre la propuesta. Pero Paula temía que él no estuviera dispuesto a dejar el tema, por mucho que, en su fuero interno, ella estuviese convencida de que no podía hablar en serio. Al igual que las innumerables mujeres que habían pasado por su vida, ella no era más que un entretenimiento pasajero. Cuando se diera cuenta de que no tenía la menor intención de acostarse con él, cortaría inmediatamente. Lucas quería una compañera de juegos; ella deseaba un compañero del alma. Lo echaría de menos; no podía negarlo. Aunque caprichoso y egoísta por una parte, por otra era muy agradable y divertido y estaba siempre deseando complacerla. Aun así, tal como le había dicho claramente, no lo amaba y sabía que nunca lo amaría. Ahora, mientras veía las luces de la casa resplandeciendo como estrellas a través del denso follaje, se volvió hacia él.

—No es tarde para cambiar de idea.

Apartando los ojos de la carretera, él le devolvió la mirada, con una sonrisa irónica plasmada en el rostro.

—¡Pero bueno! ¿Dónde está tu sentido de la aventura? Además, papá no es tan malo. Es solamente cuando yo estoy cerca cuando parece adoptar una personalidad diferente.

—¿Qué propósito tiene el que vengamos aquí entonces?

Lucas la miró, exasperado.

—Ya te dije que quería que lo conocieras.

Aquella vez fue Paula quien suspiró.

—De acuerdo. Lo que te parezca mejor.

«¿Para qué discutir con él?», pensó ella. De hecho, le estaba dando demasiada importancia al asunto. Pedro Alfonso no era un dios.

1 comentario: