lunes, 15 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 12

—¿Y bien?

—Y bien ¿qué?

En la suave semioscuridad, Paula buscó los rasgos de Lucas.

—No te hagas el inocente conmigo. No funciona —replicó Paula.

Había querido interrogarlo antes, pero el sentido común había mantenido atada su lengua. Estaban en la entrada de coches de la casa de departamentos donde vivía ella, y sabía que Lucas no había superado su ira. Quizás furia fuera una palabra más apropiada, pensó Paula, con la mirada aún en él. Pero, en lugar de responder a su escrutinio o a su pregunta, él siguió con la mirada clavada delante en taciturno silencio. En aquel momento se parecía exactamente a su padre cuando había salido hecho un basilisco de su estudio. Durante el rato que habían permanecido tras las puertas cerradas, Paula había estado deambulando por la habitación. Varias parejas se habían acercado a ella, y dos hombres le habían preguntado si quería otra copa. Ella había rehusado amablemente, con la mente ocupada en lo que estaba ocurriendo tras las puertas cerradas. Al cabo de un largo rato, habían vuelto a aparecer. En el instante en que Lucas la había divisado, su rostro había perdido su expresión taciturna y le había guiñado un ojo. El de Pedro, sin embargo, había permanecido granítico y frío. Ni siquiera se había molestado en mirar hacia ella. Bastardo arrogante, había pensado ella entonces, y seguía pensándolo. Rompiendo finalmente el pesado silencio, Paula dijo:

—Deduzco que la conversación con tu padre no ha sido muy agradable.

La risa de Lucas fue áspera.

—Esa es una forma suave de decirlo.

—Era respecto a mí, ¿Verdad? Su discrepancia, quiero decir.

Paula se volvió levemente hacia ella. Sus labios formaban una delgada línea.

—¿Cómo lo sabes?

Paula se encogió de hombros.

—Intuición, supongo.

—Bueno, pues tienes razón —dijo Lucas secamente.

Por alguna razón inexplicable, Paula sintió inmediatamente un nudo en el estómago. ¿Era posible que su puesto de trabajo estuviera en peligro? El tono era titubeante.

—¿Por qué han discutido sobre mí?

—Le he contado que iba a casarme contigo.

Se produjo un instante de absoluto silencio. A Paula le dió un vuelco el corazón.

—Oh, Dios, no puede ser. Por favor, dime que no.

—Pues claro que se lo he dicho.

—Mira, Lucas —dijo Paula en un tono peligrosamente dulce— si no fuera porque no me apetece estar encerrada el resto de mis días en una habitación cosiendo con otras presas, te estrangularía de mil amores.

Una sonrisa llena de incertidumbre apareció en los labios de Lucas.

—No tiene gracia —le soltó Paula en tono seco.

Lucas se rascó el oído y suspiró.

—No, supongo que no, pero, qué diantre… —no siguió hablando.

De los ojos de Paula saltaron chispas.

—Tienes mucha cara, sobre todo después de que te he dejado muy claro que no tenía intención de casarme contigo… ni con nadie, por cierto.

—Y yo te he advertido que no pienso aceptar un no como respuesta.

—Entonces, ¿Qué ha dicho él? —le preguntó Paula, despreciándose a sí misma por su curiosidad; como Lucas no respondió, prosiguió—: No cree que sea lo bastante buena para tí, ¿No es eso?

Su tono de voz rezumaba indignación.

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