lunes, 1 de abril de 2019

Cenicienta: Capítulo 53

–No –le dijo, agarrándole de la muñeca y mirándole fijamente a los ojos–. No.

Él abrió mucho los ojos, soltó el aliento y se apartó. Tras ponerse en pie, se abrochó los pantalones, sin dejar de mirarla.

–No quiero volver a verte con Franco Xendzov –le dijo en un tono de advertencia.

Y entonces, sin siquiera dedicarle una mirada, dió media vuelta y subió las escaleras. Paula se incorporó. Se sentía mareada, aturdida. Se levantó del suelo y se colocó la carísima falda color beige. Aguzando la mirada, le vió subir las escaleras y desaparecer por el pasillo, rumbo al dormitorio. Fue tras él. Al acercarse, oyó el ruido de la ducha. Abrió la puerta del cuarto de baño adyacente a la habitación y le vió bajo el chorro de la ducha, desnudo. Abrió la mampara translúcida y cerró el grifo bruscamente.

–¿Qué demonios…? –exclamó él.

Una nube de vapor caliente flotaba entre ellos. El agua que goteaba de la mampara hacía un ruido ensordecedor. Paula le fulminó con la mirada, cruzando los brazos.

–¿Cómo te atreves a tratarme así, maldito… idiota?

–¿Y qué esperabas? ¿Que te besara los pies después de que pasaras toda la noche flirteando con otro hombre?

–¡Yo no estaba flirteando! ¡Él trataba de consolarme! Después…

Él salió de la ducha, desnudo y empapado.

–¿Después de qué? –le preguntó, taladrándola con la mirada.

Ella tragó en seco, intentando contener las lágrimas.

–No tiene importancia.

–Dímelo.

En el espejo, Paula vió el reflejo de su magnífico cuerpo desnudo y, junto a él, se vió a sí misma, gordita y rechoncha con aquel traje color beige que la hacía parecer un tapón.

–No puedo.

–¡Dímelo! –gritó él, furibundo.

Ella se sobresaltó.

–Fueron muy crueles conmigo.

Él se agarró de la puerta de la ducha.

–¿Quiénes? ¿Quiénes fueron crueles contigo?

–Tenías razón. Nunca debería haber venido –reprimió las lágrimas–. Yo no pertenezco a este lugar.

Pedro dió un paso adelante y la agarró de los hombros.

–Dime quiénes fueron –le dijo en un tono sombrío.

Ella trató de restarle importancia riéndose.

–No fue nada. Me siguieron hasta el servicio de mujeres, donde yo me estaba escondiendo.

–¿Te estabas escondiendo?

–…Y hablaron. En inglés, para que yo me enterara bien. Me llamaron gorda y estúpida, y dijeron que te divorciarías de mí. Estaban deseando que volvieras con Romina.

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