lunes, 15 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 15

Paula le sonrió a su vecina y amiga, Laura McCall mientras pasaba al vestíbulo. Iba ataviada con un conservador uniforme de azafata color azul marino, con el que podría haber parecido una severa maestra de escuela de no ser por los hoyuelos que salían en su rostro cuando sonreía.

—No me digas que acabas de llegar a casa —exclamó Paula.

—De Nueva York, nada menos.

Paula se rió de nuevo.

—Bueno, pues siéntate. Me compadeceré de tí y te serviré una taza de café.

Tras su divorcio un año antes, Laura había dejado su trabajo en una empresa de ordenadores y se había puesto a trabajar en las Líneas Aéreas Americanas. Como Paula, había estado buscando la forma de escapar de su tristeza. Se habían hecho amigas íntimas. Paula vió las arruguitas de cansancio en torno a los ojos de Laura y sintió compasión por ella.

—Dios, vaya día —dijo Laura, derrumbándose en el sofá.

—Sí, desde luego, se te nota.

Aunque Laura era sólo un año mayor que ella, aquella noche parecía llevarle diez años. Fingió indignación.

—Muchas gracias, amiga.

Sonriendo, Paula desapareció en la cocina. Momentos más tarde, regresó con la taza llena de nuevo, y otra para Laura.

—Bueno, ahora cuéntame ese día tuyo —dijo Paula, sentándose en el otro extremo del sofá y tendiéndole la taza a Laura.

Su amiga dejó escapar un suspiro.

—No hay nada que contar, realmente. Hoy los supervisores estaban a bordo y todo el mundo se volvía loco por complacer a los viajeros —hizo una pausa y sopló en la taza—. Una vez aterrizamos, varios de nosotros salimos a celebrar el que se hayan ido.

Paula suspiró.

—Te entiendo perfectamente. Yo también he tenido un día terrible.

Laura enarcó sus oscuras cejas.

—¿Un día o una noche?

—¿Por qué me preguntas eso?

Laura se encogió de hombros.

—No lo sé. Hay algo en tus ojos que no funciona. Estás preocupada por algo, ¿Verdad?

—Eres demasiado entrometida para tu bien, Laura McCall —dijo Marnie, con una sonrisa de simpatía en los labios.

—Las amigas se supone que tienen que ser entrometidas —replicó, impertérrita—. No se tratará de tu padre, ¿Verdad? —añadió, súbitamente seria.

—No… no, él sigue igual.

—¿Tiene algo que ver con Lucas?

Un gesto de asentimiento fue lo único que Paula consiguió hacer antes de que Laura prosiguiera.

—Entonces, ¿Qué ha ocurrido?

Sin responder, Paula se inclinó hacia adelante y ajustó los cojines de su espalda. Laura no apartó sus ojos azules de ella.

—¿Te apetece comer algo? —dijo Paula súbitamente, desesperadamente, dándose cuenta de lo cerca que estaba de las lágrimas.

Lo último que quería hacer era llorar delante de Laura.

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