lunes, 15 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 13

Lucas cambió de postura, incómodo.

—No te lo tomes a mal. Él piensa que ninguna mujer es lo bastante buena para mí. Me tiene como a uno de sus valiosos caballos.

—Tal vez es su forma de mostrarte que te quiere —dijo Paula.

—Ya.

—Me imagino que no te habrás molestado en tranquilizarle diciéndole que he rechazado tu oferta de matrimonio.

Aunque la oscuridad dificultaba la visión, ella supo que el rostro de Lucas se había puesto rojo. Apartó la mirada.

—No, supongo que no.

Se sintió súbitamente agotada y, dándose cuenta de que aquella conversación no conducía a ninguna parte, Paula añadió:

—Mira, está haciéndose tarde. Deberías estar en la cama. Mañana, como tú muy bien sabes, va a ser otro día ajetreado.

Lucas le tomó la mano.

—No seguirás enfadada conmigo, ¿Verdad?

—No, Lucas, no estoy enfadada contigo. Estoy furiosa.

Él le dirigió una mirada inexpresiva, y luego se echó a reír.

—Bien, eso quiere decir que aún tengo una posibilidad de hacerte cambiar de idea.

Ella abrió la boca para decir algo, pero la cerró inmediatamente. Nada de lo que pudiera decir, se dió cuenta, iba a penetrar en su cerebro. Sacudiendo la cabeza, se limitó a abrir la puerta y salir del coche. Cuando llegó a la puerta de la casa y entró, le oyó arrancar y alejarse. Cerrando los ojos, se apoyó en la puerta. Paula dió un sorbo de café descafeinado y se hundió más en los mullidos cojines del sofá. Estaba demasiado nerviosa para dormirse, así que no se había molestado en acostarse. Sus bien formadas piernas, cubiertas por una bata, descansaban sobre la mesilla de cristal que tenía delante. El líquido caliente que penetraba en su cuerpo le produjo una cierta sensación de bienestar. Pero la sensación no duró mucho. Los acontecimientos de la noche volvieron a su mente para atormentarla.

—No pienses en él —siseó en voz alta—. Olvídate hasta de haberlo conocido.

Aquello era una broma, pensó ella, acurrucándose más en el sofá. Cómo se podía olvidar nadie de un espécimen como Pedro Alfonso? Desde luego, ella no. Había oído a menudo decir que un hombre se hacía más atractivo con la edad, mientras que a una mujer le ocurría lo contrario. En lo que a Pedro concernía, aquello era muy cierto. Los chismorreos de la oficina le achacaban cuarenta y cinco años, dieciocho años más que su hijo. Sin embargo, ella apostaba a que nunca había estado más atractivo.

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