miércoles, 24 de abril de 2019

Paso a Paso: Capítulo 30

Si cabía, Paula se puso más pálida aún.

—Te… tengo una amiga que puede quedarse conmigo.

—Bien —Courtney casi sonrió—. Y, como precaución, dejaremos a un agente apostado ante su casa.

Pedro agitó una mano con impaciencia.

—No será necesario.

—¿Y eso?

—La señorita Chaves se quedará en mi rancho.

Paula alzó la mirada hacia él y abrió la boca de asombro.

—No.

—Esto no admite discusión, Paula.

—Por segunda y última vez, no pienso hacer el equipaje para ir a tu rancho.

Estaban en la sala de estar de su casa. Paula estaba apoyada en el bar mientras que Pedro estaba en el centro de la habitación, con el cuerpo rígido. Ella no quería, no necesitaba aquella discusión. El cansancio, unido al dolor de la caída y la conmoción, la había dejado con la cabeza confusa y dolorida. Lo único que quería era meterse en la cama. Durante los quince minutos de trayecto en coche a su casa desde el hospital, apenas habían intercambiado una palabra entre ellos. Aun así, había sido consciente de que los pensamientos de Pedro eran tan atormentados como los suyos. ¿Volverían a ver con vida a Lucas alguna vez? Sus ojos azules parecieron penetrarla.

—Maldita sea, no estoy de humor para discutir contigo.

—Ni yo contigo —dijo Paula, peligrosamente cerca de las lágrimas.

Su debilidad e incapacidad de actuar no pasaron desapercibidas a Pedro. Dejó escapar un gruñido y avanzó hacia ella, pero se detuvo en el último momento, como si hubiera logrado dominarse.

—O llamas a tu amiga y viene inmediatamente o te vienes conmigo —sin esperar respuesta, se dirigió al teléfono, levantó el auricular y se lo tendió—. ¿Qué va a ser?

Un reflejo de dureza se había hecho patente en su mirada, algo que Paula no se atrevía a ignorar. Temblando violentamente, cogió el auricular y marcó el número de Laura. Cuando oyó el contestador automático, sintió que el corazón le daba un vuelco. Laura estaba de vuelo.

—No está en casa —susurró Paula, sintiéndose súbitamente tan exhausta que creyó que iba a morir.

—Vamos, te ayudaré a hacer el equipaje.

A ella se le arrugó el rostro.

—Por favor… no…

Volvió el rostro de nuevo, tratando de controlar las lágrimas. Sabía que se estaba comportando terriblemente y se odió a sí misma por ello. Como si sintiera que estaba próxima al límite, Pedro se quedó inmóvil donde estaba por un instante, con expresión taciturna y vacilante.

—De acuerdo, Paula, tú ganas. Me quedaré aquí.

Ella se lo quedó mirando mientras los temblores sacudían su cuerpo. Parecía muy entero, muy resuelto, como si tuviera miedo de mostrar que estaba tan asustado por Lucas como ella. Debería ser él quien estuviera llorando, no ella. Ella sabía que Pedro estaba sufriendo. Súbitamente, deseó rodearlo con sus brazos y decirle que todo iba a salir bien, pero no pudo, porque en el fondo temía que nada volviera a salir bien nunca.

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