lunes, 14 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 42

Paula estaba  nerviosa.  De eso sí que estaba  segura.  Pero quería demostrarle que lo de la noche anterior había sido muy importante para ella.

—Estoy segura —respondió.

—En ese caso, conozco el lugar perfecto.


—Este sitio es encantador.

—Y la comida es magnífica.

Paula miró a su alrededor. Estaban sentados a una mesa del pequeño local, lleno de  gente.  Era un clásico  bar estadounidense con suelos  arlequinados  y  mesas  y  sillones de plástico.

—Estoy hambrienta —confesó ella.—Yo también.

Pedro tomó los dos menús,  que estaban junto al servilletero y le dió uno a  Paula.

—Gracias.En ese momento se acercó una camarera y preguntó:

—¿Quieren café?

—Sí, por favor —respondió Paula.

—Hola, Pedro... —dijo la mujer.

—Hola, Mariela. ¿Qué tal te va?

—Muy bien  —respondió, mirando a Paula con curiosidad—.  ¿Habías estado antes aquí?

—No, ella no había estado antes —explicó él—. Es una amiga de California.

—Encantada de conocerte. Me llamo Paula.

Pedro intervino porque temía que la reconociera.

—Hacía tiempo que no te veía, Mariela.

La camarera se encogió de hombros.

—He estado ocupada. La semana pasada tuve una entrevista  en  la  agencia de modelos —explicó.

—No sabía que querías ser modelo.

—Siempre lo he deseado, desde niña.

Paula se  preguntó  si  alguna  vez  había  sido  tan  inocente  y  joven  como  Mariela. Ya no lo recordaba.

—No es una vida fácil —comentó ella—. ¿Estás en la universidad?

—No, no quiero perder el tiempo.

—Aprender nunca es perder el tiempo —comentó Pedro.

—Pero yo no puedo permitirme ese lujo. Tengo que aprovechar ahora, que soy joven,  porque ser modelo es un trabajo muy  exigente  —dijo  Mariela, mientras miraba  a  Paula—.  Me  resultas  familiar.  ¿Estás  segura de que no nos habíamos visto antes?

Pedro volvió a interrumpirla.

—Bien, yo ya sé lo que quiero desayunar. ¿Y tú?

—Sí, yo también —dijo Paula, agradecida por el cambio de conversación.

—¿Quién cocina hoy? ¿Diego o Sergio? —preguntó él.

—Diego.

—Entonces dame un número cinco. Y algo de fruta.

—Muy bien, tortilla vegetariana... —dijo, mientras tomaba nota—. ¿Y tú?

—Tomaré lo mismo.

—De acuerdo, enseguida vengo.
Cuando la chica se marchó, Pedro preguntó:

—¿Estás bien?

—Sí. Por cierto, me ha extrañado que pidieras un plato vegetariano...

—Hay que comer de todo de vez en cuando. ¿Qué creías, que sólo como carne cruda? Pues para tu información, hasta me gustan las verduras.

La camarera regresó unos minutos después y los dos comieron en silencio.  Cuando terminaron, él dijo.

—No puedo creer que te lo hayas comido todo...

—Ni yo. Pero estaba realmente hambrienta, ¿Sabes?

—Unos kilos más no te vendrían mal.

—No deberías decirle esas cosas a una modelo. Especialmente a esta modelo en particular —espetó, bromeando.

Por desgracia, Mariela se acercaba en ese momento para darles la cuenta y oyó a Paula.

—Claro, ya sabía que te conocía de algo... ¿No solías ser Paula Chaves?

—Sigue siéndolo —dijo Pedro.

—Oh, lo siento, no pretendía insinuar nada...  Es que me  ha sorprendido mucho.  Paula Chaves es  un mito en este trabajo;  todo el mundo hablaba sobre  tí...  Pero ¿Qué pasó? De repente desapareciste.

—Eso no es asunto de nadie salvo de ella  —intervino Pedro—.  En fin, te agradecería que me dieras la cuenta.

—Disculpenme, no pretendía molestar.

Pedro pagó la cuenta y se marcharon rápidamente.

 —¿Te encuentras bien? —preguntó él, mientras se dirigían a su coche.

A  ella  no  la  había  molestado  que  la  reconocieran.  Bien  al  contrario,  le  había  gustado. Pero le había agradado aún más que Pedro saliera en su defensa.


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