lunes, 14 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 40

—Está bien, pero siento curiosidad... ¿El dinero te ha hecho feliz?

—Bueno, no sé si el dinero me ha hecho felíz,  pero  insisto en que en este momento soy más feliz que nunca.

—En mi caso, el dinero no me dio la felicidad —confesó ella.

—Dime una cosa, Paula. Si no me hubiera reinventado a mí mismo, si fuera el mismo tipo de la nariz rota... ¿Estarías ahora aquí, conmigo? ¿Habríamos hecho el amor?

—Esa no es una pregunta justa. No sé lo que habría hecho.

—Acabas  de  confirmar  mis  sospechas. No te habría conocido de no haber  tenido dinero y no te habrías interesado por mí si el dinero no me hubiera permitido esa operación. Luego es cierto que da la felicidad.

—Eso no es exactamente así.

—¿Ah, no?

—No, porque tu aspecto no es lo único que ha cambiado.

—¿Qué insinúas?

—Que entonces eras más dulce. Ahora tienes un fondo de cinismo.

—¿Cínico,  yo? No, sólo  escéptico en lo relativo a l  naturaleza  humana.  Si  alguien tiene razones para serlo, ése soy yo.

—Sí, estoy de acuerdo. Sé que pasaste una mala época en la universidad. Pero a pesar de todo, antes no tenías ese fondo.

—Bueno,  tampoco es tan  importante  —dijo  él—.  Lo  único  que  importa  es  que  haría cualquier cosa por tí. Si fuera mago, sacaría mi varita mágica para hacer que tu mundo fuera perfecto.

—Si fueras mago...

—Sí.  Y  me  encargaría de que  tus fantasmas  desaparecieran para siempre.  Y de que el dolor no volviera a tocarte.

—Hay  demasiado  dolor  en  el  mundo, Pedro. Nadie puede proteger completamente a nadie. No por completo.

Pedro vió  el  dolor en  sus ojos y  recordó la  joven brillante  y  confiada  que  había  sido.  Pero  también  recordó  su  experiencia  con  Lucas Hawkins  y  pensó  que  ella  también se había hecho algo cínica con el paso del tiempo.Todo  el  mundo  se  arrepentía  de  algún  aspecto  de  su  pasado.  Él  también. Sin  embargo, realmente le habría gustado tener una varita mágica para borrar cualquier cosa  que  se  interpusiera  en  la  felicidad de  Paula. Por desgracia, sabía que se alejaría de él cuando supiera lo que hacía para ganarse la vida. Y el daño ya estaba hecho. Cuando la miró de nuevo, notó que se había quedado dormida. Su aspecto era tan frágil, tan bello, que se prometió que haría lo que fuera, hasta el fin de sus días, para protegerla. Sólo  entonces,  recordó  que  no  se  quedaría  para  siempre.  En  eso,  las  cosas  no  habían  cambiado.  Cuando  consiguieran  solventar  el  problema  del  profesor,  ella  se  marcharía. Y si de algún modo conseguía retenerla, averiguaría la verdad sobre él y se marcharía más tarde. No,  definitivamente  la  vida  no  había  cambiado  tanto.  Paula Chaves estaba,  y  siempre estaría, fuera de su alcance.

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