miércoles, 16 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 44

Por desgracia, no había dicho toda la verdad al afirmar que había dejado de ser la Paula Chaves de antes. Seguía siéndolo, tal vez a su pesar. Y no estaba segura de que Pedro fuera capaz de amar a la mujer que había sobrevivido al accidente.


Pedro se sentó frente al profesor Gerardo Harrison, en el restaurante, y dijo:

—Gracias por recibirme.

—Bueno, no me has dejado otra opción —dijo en tono de broma.

—Es verdad.

—Además, sabes que me gusta mucho este local.

Pedro miró a su alrededor.  El profesor lo había llevado muchas veces a aquel restaurante hindú, de mesas con manteles rojos y blancos y un patio lleno de plantas que creaban un ambiente muy acogedor. Cuando el camarero se acercó,  pidieron  unos  emparedados, un té helado para Pedro y una copa de vino para Gerardo. Algunas cosas no cambiaban nunca.

—¿Qué tal está Paula?

—Bien.

—¿Qué tal lleva su... situación?

—Te refieres al asunto de su cicatriz, supongo... No sé. Todavía está luchando. Su carrera se ha terminado y no sabe qué hacer.

 —¿Y de qué querías hablar conmigo?

—Precisamente de ella.

—Explícate.

—Verás, es que estoy algo confuso.

—¿En un sentido legal? ¿O estamos hablando de asuntos románticos?

—De asuntos románticos. Bueno, tal vez. No lo sé.

—¿Sientes algo por Paula?

—Puede ser. Yo...

El profesor alzó una mano.

—Esa  es  una  respuesta  inaceptable.  Lo sabes de sobra.  Y la respuesta es afirmativa, porque de lo contrario no estaríamos aquí.

—Es  verdad,  es  cierto.  Pero  tengo  que  encontrar  la  forma  de  poner  fin  a  esa  relación.

—¿Por qué?

—Porque ella no quiere saber quién soy en realidad.


—No sé si te entiendo.

—Se  rumorea  que  Paula aparece  en  una  cinta de vídeo porno.  Estuvo saliendo con Lucas Hawkins y él estuvo involucrado en aquel escándalo...

—Sí, lo sé, es un imbécil  —lo interrumpió—.  Pero ¿Quién creería a semejante individuo?

—Bueno, es lo que Sandra me ha dicho.

—Ah, la señora Westport...

—Sí. Ya hablaremos de ella más tarde.

 —Por supuesto.

—El  aso  es que  Paula no  sabe que  fui  yo  quien  manipuló  las  cámaras  de  seguridad  de  la  universidad.  Yo no sabía  nada  de  sus  verdaderas  intenciones,  claro  está.

—Lo suponía.

—Me  alegra  que  me  creas.  ¿Pero  me  creerá  Paula?  Especialmente  cuando  sepa  lo que hago para sobrevivir.

—Bueno, eres abogado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario