—Sí, es verdad.
—No quería que te asustaras y huyeras de mí. Quería pasar más tiempo contigo porque...
—¿Por qué?
—Porque me importas. Porque pensé que podía haber algo importante entre nosotros.
—¿Y ahora? ¿Qué piensas?
—Sigo pensando lo mismo. Me importas mucho.
—Ya.
—De todas formas, mira el lado positivo...
—¿El lado positivo?
—Claro. Si los fotógrafos siguen empeñados en perseguirme, no te prestarán atención a tí y podrás mantener tu secreto.En ese momento, llamaron a la puerta.
—¿Quién podrá ser? —preguntó él.
—Si no lo sabes tú... no han llamado al portero automático, luego debe de ser alguien con acceso a la casa.
—Eso no tiene sentido. El código de entrada sólo lo conocen un par de personas. Pero bueno, veamos cuál de mis amigos es...
Ella sonrió y él se marchó. Unos segundos después volvió en compañía de una atractiva joven. De enormes ojos marrones y cabello oscuro, llevaba un traje de rayas muy profesional. Le recordó un poco a Halle Berry.
—Pauli, te presento a Romina James, mi ayudante. Romina, te presento a Paula Chaves.
Paula estrechó la mano de la mujer.
—Encantada de conocerte...
—Lo mismo digo.
—Siento que hayas tenido que venir a mi casa —dijo Pedro, al ver que le traía unos documentos.
—Si contestaras al teléfono, no me habría visto obligada a hacerlo. Desde que está contigo, no hay quien lo encuentre —comentó, mirando a Paula.
—Oh, vamos, hasta yo tengo derecho a descansar de vez en cuando. Paula no tiene la culpa.
—Sólo estoy diciendo que llevo más de una semana en paradero desconocido —dijo Romina, con una sonrisa maliciosa.
—Está bien, está bien, tienes razón...
Pedro echó un vistazo a los documentos y dijo:
—¿Me disculpas un momento, Pauli? Tengo que hablar por teléfono. Volveré.
Cuando Pedro desapareció, Paula no pudo resistirse a hacer una broma sobre su último comentario:
—Oh, sí, volverán él y Terminator —dijo, refiriéndose al conocido «volveré» del personaje de ficción.
—No andas muy descaminada. En los tribunales es un verdadero superhombre.
Paula se sentó en el sofá y la invitó a acomodarse a su lado. Romina aceptó.
—Dime una cosa... ¿No te molesta que Pedro defienda a delincuentes?
—En primer lugar, querida, todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario. Y en segundo, no todas las personas que representa son delincuentes. Pedro ha salvado a muchos inocentes a los que habían acusado falsamente.
—Sí, supongo que tienes razón.
Romina defendió tan vehementemente a su jefe que Paula supo que lo tenía en gran aprecio. Y sufrió un súbito ataque de celos.
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