lunes, 7 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 23

—No fue lo que imaginas.

—¿Y qué crees que imagino? —preguntó, arqueando una ceja.

—Que me pasó las preguntas del examen o algo así. Pero nada más lejos de la realidad. Se dedicó a darme clases fuera de horario y a ayudarme para que recuperara el tiempo perdido.

—¿Y qué pasó?

—Que lo hice bien. No sólo evité que me expulsaran, sino que además conseguí unas calificaciones magníficas y logré terminar la carrera de Derecho.

—Comprendo.

—En realidad, parte de lo sucedido fue culpa mía. Pero el profesor me lo perdonó y me ayudó de todas formas.

—¿Culpa tuya?

—Digamos que pasaba demasiado tiempo con los amigos y me uní a una de esas fraternidades de la universidad.

—Si tenías tantos problemas familiares, ¿Por qué te dió por algo así?

—Curiosamente, fue mi abuela quien me instó a hacerlo. Estaba preocupada por mí porque… yo no tenía demasiados amigos.

—¿Que tú no tenías amigos? —preguntó, obviamente sorprendida—. No te lo tomes a mal, pero me da la impresión de que un tipo con tu aspecto tendría todos los amigos que quisiera. Y lo digo desde el punto de vista femenino.

—En aquella época no tenía tan buen aspecto como ahora. No encajaba bien y…

Sandra chasqueó los dedos.

—Ah, sí, ahora te recuerdo. David y yo solíamos ir al colegio mayor y veíamos a la gente de la fraternidad. Por supuesto, claro… tú eras aquel chico tan tímido, el que había pasado la varicela y tenía toda la cara llena de marcas. Es increíble, han desaparecido de tu cara…

—Ya lo ves.

 —Y también tenías la naríz rota…

—En efecto.

—Y ahora que caigo, ¿No fuiste tú el que se dedicó a trastear con las cámaras del sistema de seguridad?

—Sí, el mismo.

—¿Y con las que estaban en los dormitorios? —lo acusó.

—También.

—Bueno, yo sabía mucho de seguridad —bromeó.

—Ya veo.

—No, lo cierto es que quería encajar en el grupo. Quería que me apreciaran y ellos apreciaban mis dotes con las cámaras.

—Oh, sí, ya lo creo —dijo, frunciendo el ceño—. ¿Supiste lo de los vídeos porno?

—Entonces no lo sabía, pero me enteré después. Los responsables fueron expulsados de la universidad por conducta sexual inadecuada. Me pareció una especie de justicia poética.

—Lucas Hawkins también se había marchado para entonces. Pero parece ser que en una reunión de la fraternidad afirmó que tenía una cinta de vídeo en la que aparecía Paula Chaves.

Pedro se quedó helado.

—No lo sabía…

—Sí, fue más o menos cuando la carrera de Paula empezaba a despegar. Fue toda una noticia en el mundo de la moda.

—Lucas Hawkins es un canalla.

Sandra le clavó sus ojos azules como si acabara de comprender algo que le había pasado desapercibido.

—Ah, claro, tú eres ese Pedro Alfonso, el famoso Pedro Alfonso… Fuiste el abogado defensor en ese caso tan famoso de hace unos años. Recuerdo que habían acusado a un hombre y que tú conseguiste convencer al juez de que todas las pruebas eran circunstanciales.

Pedro suspiró.

—Sí, ése soy yo.

—No puedo creer que no haya caído en la cuenta hasta ahora. Supongo que todo este asunto del profesor me tenía demasiado distraída… De lo contrario, te habría reconocido enseguida —dijo, asombrada—. Dios mío… Pero ¿No fuiste tú quien precisamente defendió a Lucas Hawkins hace poco? En las noticias dijeron que habías perdido el caso.

—Sí, lo declararon culpable.

—Y tú te ganaste un montón de titulares. El gran Pedro Alfonso, perdiendo un caso.

Pedro se levantó, caminó hasta la ventana y miró hacia la universidad, cuya torre se veía en la distancia. Había aceptado el caso de Hawkins contra su voluntad, pero el bufete lo había presionado porque afirmaron que representar a un empresario tan importante como Hawkins sería bueno para ellos. Aquélla era la verdadera razón por la que se sentía tan culpable y tan decepcionado consigo mismo. Había estudiado Derecho para ayudar a los más desfavorecidos y había terminado como instrumento de los poderosos. El atractivo del dinero era demasiado fuerte como para rechazarlo. Y en algún momento, se había transformado en un cínico.

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