Paula estaba sentada en la suite del hotel Paul Revere. No podía permitirse el lujo dé gastar dinero en un hotel, pero tampoco podía seguir en casa de Pedro.Todavía no podía creer que la hubiera traicionado de esa manera. Sin embargo, la reunión con Carlos Broadstreet estaba cerca y después podría regresar a California. Ahora se sentía mucho peor que al llegar a Boston.Unos segundos después, llamaron a la puerta.Sabía que era su pasaje hacia una nueva vida.
—David, Sandra... gracias por haber venido. Siento no haber podido verlos en la ciudad.
—Descuida. Así hemos tenido ocasión de dar un paseo.
David y Sandra Westport eran una pareja perfecta. Él era un hombre alto, de pelo negro y ojos verdes, y tan fuerte como una estrella del atletismo. En cuanto a ella, era una atractiva mujer de pelo rubio y ojos azules. Al verlos, sintió vergüenza de su cicatríz. Pero ellos no parecieron darle ninguna importancia.
—Me alegra que no hayas cancelado la cita —dijo Sandra, antes de abrazarla de forma cariñosa.
—¿No quieren sentarse? He pedido que suban café.
—Gracias.
Los recién llegados se sentaron en el sofá y se sirvieron el café. Entonces, Sandra miró por encima de su taza, la observó y dijo:
—Lo siento.
—Yo también.
—¿Qué te pasó? —preguntó David.
—Vamos, David, dudo que tenga ganas de hablar de eso. Disculpa a mi marido, Paula, a veces es demasiado directo.
—Aprecio a la gente directa. Además no me importa hablar sobre ello... me atropelló un conductor borracho.
—Qué horror...
—Fue bastante duro. Por eso rechacé inicialmente vuestra oferta. Pero diganme, ¿De quién fue la idea de abrir el campamento?
—De los dos —respondió él—. Yo me sentía culpable por haber terminado la carrera de forma injusta y quería hacer algo para ayudar a los chicos a desarrollar todo su potencial y no cometer los mismos errores que yo. Es una cuestión moral, por así decirlo, pero también será un ejemplo positivo para nuestros hijos.
—¿Tienen hijos?
—Sí, gemelos —respondió Sandra—. Se parecen mucho a nosotros. Tienen diez años...
—Son muy afortunados...
—Desde luego. Pero muchos niños no son tan afortunados y sus padres no tienen medios para pagar sus estudios. Nuestro centro servirá para mejorar sus vidas.
—Me parece una idea magnífica.
—Hemos presentado una propuesta por escrito y el profesor la ha presentado al famoso benefactor, que quiere apoyarnos. Pero a pesar de eso, todavía no tenemos dinero suficiente.
—Bueno, puede que eso cambie si aceptas ser nuestra portavoz... —dijo David—. No en vano, eres famosa.
—Ya no soy famosa —dijo, mostrándoles la cicatriz.
—A pesar de ello, no buscamos perfección sino compromiso —afirmó David.
—Digas lo que digas, la gente te reconoce —añadió Sandra—. Y el hecho de que hayas tenido dificultades hará que tu compromiso con el proyecto parezca más significativo. Tú entiendes de sobra lo que se siente... Necesitamos tu ayuda.
—Descuida, sólo quería conocer más detalles del proyecto. Ya había decidido aceptar su proposición.
—Excelente...
David se levantó del sofá para abrazarla.
—Gracias, Paula.
—Soy yo quien debe darles las gracias. Me han dado una ocasión perfecta para dejar de estar centrada en mí misma y destinar parte de mi energía a los demás.
—Hablando de energía... tuve una conversación con Pedro Alfonso—informó David.
—¿Sí? —preguntó, cautelosa.
—Sí. Me dió la idea de que reserváramos un cupo para niños que hayan sufrido accidentes o que se enfrenten a operaciones graves.
—Es verdad, también me lo dijo a mí.
—Me parece una propuesta maravillosa —comentó Sandra—.Y no se limitó sólo a proponerlo. También nos ofreció sus servicios legales. Gratis.
—Sí, Pedro es así.
Sandra frunció el ceño.
—¿Qué sucede?
—Que acabo de descubrir qué tipo de abogado es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario