miércoles, 16 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 47

Pedro dejó el teléfono móvil sobre la mesa.

—He ido a ver al profesor.

—¿Por  qué?  ¿Ha surgido algo nuevo con la junta directiva?  ¿Tiene  más  problemas?

—No, no se trata de eso.

—Entonces,  ¿De qué se  trata?  —preguntó,  notando su  tensión—.  ¿Qué sucede,  Pedro?

—Nada, en serio.

—No me engañes...

Él hizo un esfuerzo y sonrió. Pero fue una sonrisa apagada, muy diferente a sus sonrisas habituales.

—¿Quieres que te lo cuente?

—Sí, cuéntamelo todo. Sea lo que sea.

—Está bien, pero antes necesito tomar algo.

Pedro pasó ante ella, se dirigió al bar y se sirvió un whisky. Acto seguido, echó un buen trago.Paula pensó que debía de pasar algo realmente malo si necesitaba beber para hablar. Y se dijo que tal vez fuera mejor para los dos que se marchara.

—Pedro, te agradezco mucho que me ofrecieras un  sitio para alojarme.  Pero si crees que es mejor que me vaya...

—No, qué tonterías dices. No te vayas. Eso es lo último que quiero.

—Está bien... Entonces, tendrás que contarme lo que te pasa.

—De acuerdo.

—¿Debo sentarme? —preguntó con humor, para romper su tensión.

—No sé, tal vez sea mejor —respondió, pasándose las manos por el pelo.

—Estaba bromeando.

—Yo no.

Paula se sentó en el  sofá.  Ahora sí  que  estaba realmente  preocupada.  ¿Qué  podía ser tan grave como para recomendarle que se sentara?

—¿Recuerdas que te conté que estuve en la fraternidad de la facultad?

—Sí, cómo no.

—¿Te acuerdas de los chicos que  expulsaron por haber grabado cintas de carácter sexual?

 Paula palideció  de  inmediato.  Y fue una reacción tan llamativa e intensa que Pedro se asustó, se arrodilló ante ella y dijo:

—¿Qué ocurre, Pauli? Te has quedado blanca como la nieve...

—No puede ser cierto. No puede ser...

—¿El qué?

—¿Está grabado?

—¿A qué te refieres?

Paula no fue capaz de mirarlo.

—Me violaron en la fraternidad, Pedro.

—Oh, Dios mío... —acertó a decir él, asombrado—. ¿Fue Lucas?

—Sí —respondió, estremecida—. Acababa de romper con él y me acorraló en su dormitorio. Yo me negué, pero él no quiso escuchar. Intenté gritar y me tapó la boca: Quise resistirme, pero no pude...

—Pauli... No es posible.


—Me temo que sí.

Pedro se puso en pie.

—Ese maldito...

Paula notó la ira en la voz de Pedro. Estaba realmente desesperada.  Por si lo sucedido   en   el pasado no hubiera  sido suficientemente malo,   ahora cabía la posibilidad de que existiera una cinta de vídeo.

—Había oído rumores sobre esas  cintas,  pero pensaba que eran una  leyenda urbana.

—Pues no lo es.

—Oh, Dios mío,  Pedro. Si los chicos responsables  de ese  asunto  fueron  expulsados, ¿Qué pasó con las cintas? ¿Todavía están por ahí?

—No pienses en ello.

—¿Cómo podría olvidarlo? ¿Qué pasaría si salen a la luz? ¿Qué pasaría si...?

—Ha  pasado mucho tiempo desde  entonces,  y si no se han hecho públicas  ya,  dudo mucho que suceda ahora.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—No lo estoy. Pero sospecho lo que pasó... esos tipos no acabaron en la cárcel, lo que sin duda  habría ocurrido  si  hubieran  presentado  cargos  penales  contra  ellos. Seguramente llegaron a un acuerdo con la fiscalía, que les ofreció ser menos estricta si a cambio entregaban las cintas para poder destruirlas. Suele suceder.

Pedro era  abogado  y  Paula pensó que lo que  decía tenía bastante sentido,  de  modo que intentó tranquilizarse.

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