lunes, 21 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 54

—Eso es muy  fácil de decir cuando  se  tiene.  Por ejemplo,  tú  tenías  dinero  cuando necesitaste que te operaran. Pero mi abuela, la mujer que me crió, no lo tenía. Y cuando se puso enferma, no tuve los medios suficientes para que cuidaran de ella.

—Oh, Pedro...

—Sufrió  un  infarto.  De haber tenido dinero, podrían haberla cuidado, podrían  haberle  realizado el seguimiento  necesario  y habría vivido muchos  años  más  —explicó—. Nuestra situación era tan difícil que tuve que encargarme yo de cuidarla. Y eso estuvo a punto de destrozarme la vida.

—¿Por qué?

—Porque querían echarme de la universidad.

—No lo entiendo. Siempre fuiste un gran estudiante...

—Pero no podía cuidar de mi abuela y estudiar al mismo tiempo. De no haber sido  por  el  profesor Harrison  y el interés  que  demostró por mí,  no habría logrado terminar  los  estudios.  Aunque el otro día  me  contó  algo nuevo,  algo que yo no  sabía...

—¿A qué te refieres?

—A que cambió mis notas para que no me echaran.

—Dios mío...

—Como ves, Pauli, el dinero es muy importante. De haberlo tenido, mi abuela no habría fallecido tan pronto, yo no habría tenido problemas en la universidad y el profesor no se habría visto obligado a hacer algo incorrecto. Pero eso es agua pasada.  El caso es que más tarde me encontré ante la posibilidad de llevar una vida mejor y la aproveché.

—Pero el reportero dijo que también defiendes a delincuentes...

—Por   supuesto.   Los  delincuentes  tienen  derechos,  como  cualquier  otro  ciudadano.

—Sí, claro, pero no puedo imaginarte defendiendo a personas que sabes que son culpables.

—Es muy difícil, es cierto,  pero  mi  trabajo  consiste  en  eso.  Además,  el  mundo  está  lleno  de  personas  a  las  que  se  acusa  de  delitos  que  no  han  cometido  y  que  incluso  acaban  en  la  cárcel  siendo  inocentes.  Imagina lo que  pasaría  si  ni  siquiera  tuvieran derecho a una defensa —explicó—. La justicia no es perfecta, es cierto, pero es lo mejor que tenemos.

—Lo comprendo, Pedro. Pero hay algo que sigo sin entender... ¿Por qué no me lo habías contado antes?

—Porque quería pasar más tiempo contigo.

—Eso no es una respuesta...

—En  cuanto  salimos  anoche, los fotógrafos se lanzaron sobre  mí.  ¿Te habrías quedado conmigo de haber sabido que mi fama podía complicarte la vida?   Seguramente no.

—Eso no es justo. No sabes lo que habría hecho.

—Vamos, Pauli,  sé sincera.  Dejaste muy  claro que  no querías  que te fotografiaran. Ni siquiera querías que te vieran.

Ella asintió.

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