miércoles, 2 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 14

—He estado escarbando un poco y…

—Por lo que he oído, el agujero ya llega a China —bromeó.

Ella sonrió.

—Muy gracioso. Pero el asunto es que he encontrado un extraño patrón en el comportamiento del profesor.

En ese momento llegó la camarera y les sirvió la comida. En cuanto se quedaron nuevamente a solas, Pedro la miró y preguntó:

—¿Qué tipo de patrón?

—Déjame que empiece con mi marido. David es un gran atleta y un hombre muy inteligente que…

—Ya veo que no tienes prejuicios —bromeó, notando lo mucho que amaba a su esposo.

Ella volvió a sonreír.

—Oh, no, ningún prejuicio. A mí sólo me interesan los hechos. Y el hecho es que amo apasionadamente a David.

—Te envidio.

—No intentes cambiar el rumbo de la conversación.

 —Está bien… me estabas diciendo que David es un científico de primer nivel.

 Sandra rió.

—Oh, no, no lo es. Pero a pesar de ser muy inteligente, en la universidad estaba más interesado en los deportes que en aprender. Y nadie se sorprendió más que él mismo cuando por fin consiguió terminar la carrera. Se suponía que no tenía nota suficiente, pero lo logró de algún modo.

—¿Cómo lo hizo?

—Ahí está lo interesante del asunto. Fue cortesía de un misterioso benefactor.

Pedro pensó que el profesor había mencionado a ese personaje.

—¿Sabes quién es ese benefactor?

—Eso es lo que intento averiguar. He estado investigando en los archivos de la universidad y he encontrado más irregularidades.

—¿Y eso qué tiene que ver con el profesor?

 Ella frunció el ceño.

—Aún no tengo nada sólido, ninguna prueba definitiva. Pero en todos los casos extraños hay un común denominador: el alumno beneficiado tenía como tutor al profesor Gerardo Harrison —afirmó.

—Eso no es ninguna prueba. Es coincidencia, algo puramente circunstancial.

—Es verdad. Sin embargo, el profesor es el común denominador, como decía. Está relacionado con el benefactor misterioso.

—No lo entiendo, Sandra… Alguien hace algo bueno, como una especie de Llanero Solitario, y tú intentas tirarlo de lo alto de un árbol.

—Hacer lo incorrecto nunca está justificado, aunque sea por una buena razón. Existen ciertas normas y hay que seguirlas. Como abogado, me sorprende que justifiques una cosa así…

Pedro pensó que Sandra no lo conocía.

—Como abogado, sé que las cosas no son siempre blancas o negras. Hay muchas zonas grises. Precisamente por eso existen los jueces.

Ella dejó el tenedor en el plato y lo miró con intensidad.

—Mmmm…

—¿Qué ocurre?

—Que me recuerdas a alguien. Sé que nos conocimos en la universidad, pero tengo la sensación de que…

—Bueno, tal vez te recuerde a otra persona. Dicen que todos tenemos un doble.

—Sí, eso he oído.

Él pensó que había llegado el momento de cambiar de conversación, así que la derivó hacia uno de sus temas preferidos: Paula.

 —¿Te acuerdas de Paula Chaves?

Ella frunció el ceño.

—¿Que si me acuerdo? Claro, fue la reina de la facultad... Toda una modelo de camino al estrellato. Sí, me acuerdo de ella.

—Sin embargo, has fruncido el ceño como si no te gustara.

—Bueno, sucede que David y yo decidimos abrir un campamento para niños con problemas.

 —Vaya...

 —David se sentía culpable por haber obtenido un diploma que no merecía, así que se nos ocurrió la idea del campamento como forma de utilizar su fuerza y su talento para ayudar a los niños y pagar de algún modo por el regalo que había recibido en su juventud.

—Una gran idea…

 Ella sonrió.

—Sí, eso nos pareció.

—¿Pero?

—Necesitábamos dinero para abrir el campamento y pensamos en Paula Chaves, puesto que a fin de cuentas nos conocíamos de la universidad —explicó Sandra—. Así que me puse en contacto con su agente, para ver si ella podía ayudarnos con las donaciones.

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