—Encantado de conocerte.
—Tú debes de ser el famoso Pedro Alfonso, el abogado defensor.
—Culpable —dijo en supuesto tono de broma.
—Seguí el caso de Lucas Hawkins. También fue alumno nuestro, y da contribuciones muy generosas a la universidad... Es una pena que lo hayan condenado. De haber sabido quién eras, te habría citado antes. Pero por favor, siéntense.
—Gracias.—¿Y qué los trae por aquí, Pedro?
—Queríamos hablar contigo por el asunto del profesor Harrison. Queremos hablar en su favor, puesto que nos ayudó mucho.
—Es cierto —dijo Paula.Sí, también fue tutor mío.
—De no haber sido por él, no habría llegado a ser lo que soy —comentó Pedro.
Broadstreet asintió.
—Desde luego. Uno de los abogados más famosos del país y un ex alumno de la Universidad Saunders...
—En efecto. Un ex alumno que aprendió pronto que el profesor Harrison es un hombre enormemente inteligente y absolutamente comprometido con sus estudiantes. La universidad tiene suerte de contar con sus servicios.
—Pedro tiene razón. El profesor fue la primera persona que confió en mí y que se preocupó en animarme para que estudiara y para que fuera algo más que una jovencita atractiva —añadió Paula.
—Es un buen hombre, ciertamente.
—Sin embargo, tengo entendido que tú y el resto de la junta directiva quieren echarlo. Gerardo Harrison tenía mucho que ofrecer cuando estudiaba aquí, y estoy seguro de que eso no ha cambiado —continuó Pedro—. De hecho, sus consejos me han sido recientemente de gran ayuda en un asunto personal.
Pedro supo que sus palabras no estaban haciendo el menor efecto en Broadstreet, que parecía inmensamente aburrido.
—Sin embargo, los sentimientos no ayudan a pagar las facturas —observó el presidente de la junta directiva.
Pedro frunció el ceño.
—Ya imaginaba que el dinero estaba en el centro de su campaña contra el profesor —comentó él.
—Pedro, tú deberías entenderlo mejor que nadie. La universidad ha decidido centrarse en los deportes y en jóvenes con talento que tengan éxito y que más tarde puedan contribuir a nuestro mantenimiento. De hecho, se me ocurre que tal vez podrías ayudamos con la obtención de fondos...
—¿Te preocupa realmente el futuro de la universidad? ¿O sólo te preocupa estar rodeado de lujos y codearte con ricos y famosos? —preguntó Pedro.
La sonrisa de Broadstreet desapareció de repente.
—Me preocupa la universidad. Pero es evidente que tendremos más beneficios si nos centramos en los deportes. Es lo que le gusta a la gente.
—¿Insinúas que los deportistas no necesitan estudiar?
—Ni mucho menos. Mantendremos el mismo nivel de exigencia.
—Ya, pero elegirán a los alumnos en función de sus habilidades deportivas.
—Yo no diría «en función de»... Más bien, los tendremos en consideración especial.
—Me parece increíble que vayáis a despedir a un buen profesor sólo porque no encaja en sus planes de futuro —intervino Paula, levantándose de la silla.
—¿Y si eseprofesor ha roto varias normas de la universidad? —preguntó Broadstreet—. Un profesor que incumple las normas no es bienvenido en Saunders.
—Yo diría que los miembros de juntas directivas que aprovechan sus cargos en beneficio propio o para llevar a cabo venganzas personales tampoco deberían ser admitidos en el proceso educativo —observó Pedro.
—Bien, sea como sea, se convocará una audiencia pública para que se presenten todas las alegaciones —informó Broadstreet con frialdad—. Y ahora, si me perdonan, estoy muy ocupado.
Pedro miró a Paula y dijo:
—Por supuesto. Creo que ya hemos terminado.
Antes de salir del despacho, Paula se detuvo y comentó:
—Por cierto, tu plan para arruinar la reputación del profesor entre los alumnos no ha funcionado. Asistiré a esa audiencia, y te aseguro que no iré sola.
Pedro se sintió profundamente orgulloso de ella. Pero por encima de todo, fue aún más consciente de lo mucho que la quería.
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