miércoles, 23 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 59

Paula se  quedó  helada.  No sabía qué diablos estaba haciendo allí  el hombre que le  había robado  la confianza en sí  misma,  y gran  parte de su vida, diez  años atrás.  Pero su presencia en el  despacho sólo podía significar una cosa:  que Pedro era  su abogado.

—¿Es cliente tuyo? —preguntó.

Pedro quiso contestar, pero Lucas lo interrumpió.

—¿Dónde te habías metido,  Paula?  Oh, no me lo digas...  Seguro  que  has  estado con él, ¿Verdad?

—Y  tú, Lucas,  ¿Qué  haces  aquí?  Oh, no me lo  digas...  ¿Te  han  acusado  de  violación, tal vez?

La sonrisa de Lucas desapareció y la miró con ojos entrecerrados.

—Es mi palabra contra la suya.

—Sí, por supuesto. Yo también tengo cierta experiencia sobre tus habilidades —espetó, sin dejarse intimidar.

—¿Me estás acusando de algo?

—Sí. Me violaste hace diez años. Eres culpable.

—Tú lo deseabas tanto como yo. No lo niegues ahora.

—Intenté resistirme y me violaste.

—Mentira. No te resististe. Tú...

—Cierra la boca, Lucas—intervino Pedro.

—¿Qué es esto? ¿Mi abogado se vuelve contra mí? Pero cómo es posible, con lo amigos  que  éramos  en  la  universidad...  —se  burló—.  ¿Sabes  una cosa?  Puedo demostrar  que  Paula  miente  al  acusarme de violación.  Tengo una  cinta de vídeo  que...

—¿De qué estás hablando? —preguntó ella, asustada.

—El señor Pedro Alfonso era un genio de la electrónica, ¿No lo sabías? Por eso lo invitamos a que se uniera a la fraternidad.

—¿Y?

—Que  tu  encantador  amigo  manipuló  las  cámaras  de  seguridad  para  que  pudiéramos grabar en las habitaciones.

—Oh, Dios mío...

 Pedro se acercó a Lucas y lo agarró por el cuello de la camisa.

—Ten cuidado con lo que dices, Lucas. Te lo advierto.

—Tranquilízate, abogado. Estoy seguro de que hay alguna ley que impide que un abogado ataque a su defendido.

—Eres un canalla.

Lucas sonrió.

—Hay cosas que no cambian. Sigues enamorado de Paula Chaves. Pero es una pena...  por  la forma en  que te está mirando  ahora, será  mejor que  te  alejes  de  ella  antes de que te desfigure la cara.

—Cierra la boca, Lucas.

—No hace falta que la abra —dijo, mirándolo con frialdad—. La cinta de vídeo es  tan  explícita que bastaría con entregársela a la  prensa.  Y eso será  exactamente  lo  que haga si no me defiendes adecuadamente en la apelación.

Pedro apretó los puños y dijo:

—Pauli, creo que será mejor que salgas un momento. Tengo que hablar con Lucas y estas cosas deben quedar entre el abogado y su defendido.

Pedro la tomó del brazo, de un modo increíblemente dulce,  y  la acompañó  a  la  puerta.

—Hablaremos cuando vuelva a casa continuó él.

—Ya  no  sé quién eres,  Pedro.   Y  no quiero   saberlo,  francamente   —dijo, conteniéndose a duras penas—. No quiero volver a verte nunca más.

Entonces, Paula se marchó dando un portazo. La súbita marcha de  Paula transformó  la  ira  de  Pedro en  algo  distinto, en una  mezcla de ira desatada y dolor que nunca había sentido.

—Mala suerte, amigo —dijo Lucas.

—En  primer  lugar, no me llames  amigo.  Y en segundo  lugar, sé que no  tienes  ninguna cinta de vídeo.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo  sé  porque  desconecté  las  cámaras  cuando  sospeché  lo  que  estaban  haciendo.

—¿Y eso fue antes, o después de que me acostara con Paula?

—Antes.

Pedro estaba  jugando  de  farol.  En  realidad  no  podía  recordar  cuándo  las  había  desconectado.

—Mira, Pedro, sospecho que ya no estás de mi lado.

 —Nunca he estado de tu lado, Lucas.

—De  modo que no me  defendiste bien  en  el  juicio...  puede  que  por  eso  me  declararan culpable.

—Te declararon culpable porque lo  eres.   Tú  única salida ahora es  que negociemos una condena más leve y...

—De eso, nada. Soy inocente. Ella quiso hacerlo conmigo, al igual que Paula.

—Mentiroso...

—Te  diré  una  cosa,  Alfonso.  No estoy satisfecho con  tus  servicios.  Creo  que  voy a recurrir el juicio y a denunciarte por malas prácticas profesionales.

—Adelante. Yo también te denunciaré.

—¿Con qué base? ¿Porque me acosté con tu novia?

—Por intento de extorsión.

Lucas entrecerró los ojos.

—Tengo entendido que Paula era una modelo famosa. Es una lástima que esa cicatríz haya acabado con su carrera.

—¿Adónde quieres llegar, Lucas?

—A que la cinta de vídeo existe y a que pienso usarla. Si no consigues que me declaren inocente, me encargaré de que tu amiguita no vuelva a trabajar.

Pedro ya no pudo controlarse por más tiempo. Sin poder evitarlo, lanzó el puño derecho a la cara de Lucas y lo derribó.

—Malnacido, me has roto la nariz... —dijo Hawkins desde el suelo.

—Me alegro. Y ahora, será mejor que te busques otro abogado.

Lucas se levantó.

—Te arrepentirás de esto.

—Me arrepiento de muchas cosas. Pero de librarme de tí, jamás.

—Vigila tu espalda, Alfonso. Quedas advertido.

Cuando Hawkins se marchó, Pedro se sentó en la butaca e intentó tranquilizarse. Todo se había estropeado. Paula ya no quería verlo, y lamentaba no haber encontrado la ocasión de contarle toda la verdad, como pretendía.Pero  Hawkins  tenía  razón  en  una  cosa:  siempre  había estado enamorado de ella, y no podía alimentar un amor con secreto y mentiras. Abandonar la defensa de aquel hombre era lo más inteligente que había hecho en mucho tiempo; permitir que Paula se marchara, lo más estúpido. Lamentablemente, estaba convencido de haberla perdido para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario