miércoles, 2 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 17

—Puedes intentarlo, pero te aseguro que discutir se me da muy bien. Vivo de ello. Investigo hechos, precedentes, casos, cualquier cosa que me pueda servir y luego los presento ante un juez y un jurado. Así que tengo bastante experiencia en esos asuntos —explicó—. Te lo advierto para que lo sepas, pero si a pesar de ello quieres discutir… adelante.

Ella rió y pensó que en las últimas veinticuatro horas se había reído más que durante los últimos diez años.

—Muy bien, abogado, tú ganas. Aunque supongo que estás acostumbrado a esa frase. Seguro que la escuchas todo el tiempo.

—Gracias, te tomas muy bien la derrota —se burló, mientras le ofrecía una silla para que se sentara a la mesa—. Y ahora, el festín nos aguarda, querida…

Paula había pedido comida para los dos. Como no sabía lo que le podía apetecer, había optado por algo seguro: una ensalada, pasta de segundo y pan de ajo.

—Espero que te guste —dijo ella.

Él sonrió.

—Tiene muy buen aspecto. Y estoy hambriento.

—Yo también.
Paula había dicho la verdad. Mientras era modelo, estaba obligada a guardar la línea y a cuidar mucho lo que comía; pero desde el accidente, eso había dejado de ser un problema. Aquella noche estaba efectivamente hambrienta. Era como si, poco a poco, Pedro la estuviera devolviendo a la vida. Y no estaba segura de que le gustara.

—¿Dónde has comido con Sandra?

—En un italiano cercano al campus.

—¿El sitio era bonito?

—Sí, mucho.

—¿Y la comida?

—Excelente. Pero no puedo decir que la compañía estuviera a la altura de las circunstancias —dijo, guiñándole un ojo.

 —¿Qué has comido?

Él dudó antes de responder.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por darte conversación —dijo, mientras empezaba a comer—. Mmm... esto está tan bueno que no me extraña que me apetezca hablar de comida.

 —Ah...

—Pero no has contestado a mi pregunta.

—No sé, pedí un plato italiano —explicó, sin entrar en detalles.

—No me digas. ¿Pediste un plato italiano en un restaurante italiano? Quién lo habría imaginado —bromeó.

—¿Me estás tomando el pelo?

—Por supuesto.

—Vaya.

Ella frunció el ceño.

—¿Ocurre algo malo?

—No, nada, he pensado que tal vez estuvieras coqueteando conmigo.

—Bueno, supongo que hay una diferencia entre coquetear con alguien y tomarle el pelo… pero es obvio que te estaba tomando el pelo, porque yo no flirteo con nadie.

—¿Nunca? —preguntó, arqueando una ceja.

—Nunca.

Ella no mentía. Estaba empeñada en no llamar la atención de los hombres. Pero Pedro era más insistente que los demás.

—De todas formas, lo que para uno es tomar el pelo, para otro es coquetear — afirmó él.

—¿Siempre has sido de los que consideran que la botella está medio llena?

—No. Sólo me pasa contigo.

Ahora era más que evidente que Pedro sí estaba coqueteando con ella. Pero Paula no supo hacer otra cosa que ruborizarse, así que decidió que había llegado el momento de cambiar de conversación.

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