miércoles, 23 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 61

—Un buen abogado, sin duda...

—Uno que defiende a verdaderos canallas.

—La  abogacía  no  es  la  profesión  más  limpia  del  mundo  —alegó David,  encogiéndose de hombros—. Pero alguien tiene que hacerlo.

—Sí, pero ha estado defendiendo a Lucas Hawkins.

—Eso he oído. Parece ser que lo condenaron por agresión sexual.

—No me extraña. Me violó hace diez años.

—Oh, Paula... —dijo Sandra, asombrada.

—Y  no  sólo  eso.  También dice que tiene una  grabación  mía  en  una  cinta  de  vídeo y que se la va a dar a la prensa. Me temo que no sería precisamente el tipo de publicidad que estáis buscando.

—En primer lugar, eso no nos importa; ese tipo es un canalla y confiamos en tí—afirmó David—. Y en segundo lugar, es muy probable que esa cinta no exista.

—¿Cómo lo sabes?

—Pedro desconectó  las  cámaras... —dijo  David—.  Lo  invitaron a entrar en la  fraternidad porque sabían que era bueno con la electrónica, pero cuando se dió cuenta de que sus intenciones no eran buenas, las desconectó.

—¿No denunciaste a Lucas? —preguntó Sandra.

—Me temo que no. Aquello me dejó tan traumatizada que sólo quería olvidarlo y superarlo.

—Lo  comprendo  de  sobra,  pero es una pena que no  lo  hicieras.  Quién sabe a cuántas  mujeres habrá violado desde  entonces...  De haberlo denunciado,  tal vez lo habrías impedido. Pero sea como sea, David y yo ya sabíamos que es un cerdo. Nos alegramos mucho cuando lo condenaron.

—Por lo visto, soy la única persona del mundo que no se enteró del caso...

—¿No sabes lo que pasó? —preguntó Sandra.

—No, no sé nada.

—Acusaron a Pedro de haberlo defendido mal porque se negó a utilizar la vida sexual  de  la  víctima para ayudar a Hawkins.  Y por cierto,  acabo  de oír  en  la  radio  que ese tipo ha prescindido de sus servicios... dice que hay un conflicto de intereses.

—¿Un conflicto de intereses?

—Tú, claro está. No sé exactamente qué habrá pasado entre ustedes, pero Pedro le rompió la nariz.

Paula se quedó asombrada.

—El profesor Harrison siempre nos advirtió sobre Lucas. Ese hombre conoce bien a la gente.

—Sí,  es  un  buen  hombre.  Ojalá que no  tuviera tantos  problemas  —intervino Sandra—.  Pero  en  fin, ya te  hemos molestado  bastante.  Es hora de que volvamos a  casa.

David miró el reloj y dijo:

—Sí.  Si  no  nos  marchamos  ya,  nos  meteremos  en  un  atasco.  Estaremos  en  contacto, Paula.

—Por supuesto...

Cuando  se  marcharon,  Paula se quedó  muy  confundida.  Por  una  parte,  era  evidente que había pasado algo nuevo relacionado con el profesor. Por otra, David y Sandra le habían demostrado que estaba equivocada y que era un gran hombre. Pero  había  sido  tan  injusta  con  él  que  dudaba  que  fuera  capaz  de  perdonarla.  Había quemado sus puentes y ya no había solución.



—El señor Broadstreet lo verá ahora.

Pedro miró la hora y se preguntó si Katie aparecería por allí. Había dicho que no quería volver a verlo, pero sabía que le importaba la suerte del profesor.

—¿Señor Alfonso?

Estaba tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera había oído a la atractiva secretaria de Broadstreet.

—Ya puede pasar.

Pedro ya  estaba a punto  de  entrar  en el despacho  cuando  Paula entró  en  el  vestíbulo.

—Hola, siento llegar tarde. Yo...

—No importa —dijo con sinceridad—. Vamos a ver al señor Broadstreet.

Ella asintió y pasaron al interior del despacho. Carlos Broadstreet estaba sentado detrás de su mesa como si fuera un juez en un tribunal.  Tenía  ojos  azules  y  cuarenta  y  pocos  años,  además  de cierto aire de refinamiento.  Pero Pedro pensó que debía de ser un canalla si quería despedir  al  profesor.

—Señorita Chaves...

—Señor Broadstreet.

—Creo que será mejor que nos  tuteemos, ¿No les parece? Por cierto,  ¿Eres  la  misma Paula Chaves que estuvo estudiando aquí?

—En efecto.

—Mi  esposa  está  encantada  con  los  cosméticos  que  anuncias.  Aunque es tan bella que no necesita maquillaje. Pero hace tiempo que no te veo en televisión...

—Me temo que he estado un año sin trabajar. Tuve un accidente.

—Siento oírlo... Y tú debes de ser Pedro Alfonso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario