miércoles, 9 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 31

—Intentaré  que  no  notes  mi  presencia  —dijo  ella,  mientras  se  levantaba  del  banco—. Ni siquiera sabrás que estoy allí.

Pedro pensó  que  no  podía  estar  más  equivocada.  Notaba  su  presencia  en  cualquier lugar, aunque se escondiera.

—Estoy seguro de que serás una invitada perfecta.

—Lo intentaré. Como has dicho, sólo será durante diez días...

Él se dijo que tal vez fueran diez días para ella.  Desde su punto de vista, en cambio, sería toda una vida.

Cuando Pedro se  prestó a sacar su  equipaje  del  coche  y llevarlo a la  habitación  que iba a ocupar en la casa, Paula se sintió halagada. Además, no era lo único que había hecho por ella aquella mañana. Cuando quiso dirigirse a recepción para pagar la cuenta de su suite, él le dijo que ya la había pedido y que cargarían la factura a su tarjeta. Pero no le dio ningún recibo, y sospechaba que, en realidad, él había pagado la cuenta. Mientras subían en el ascensor, ella dijo:

—Tendré que devolverte lo que has hecho por mí.

—¿Qué es eso? ¿Una amenaza?

—Por supuesto que no —dijo entre risas—. Es una promesa. Tengo la impresión de que has pagado la cuenta de mi habitación.

—Me acojo a mi derecho a no contestar.

—Oh, vamos, no hay nada malo en ser un caballero...

—Me encanta que me digas eso.

—Bueno, tampoco he dicho que seas un santo.

—Menos mal, porque te equivocarías.

Cuando salieron del  ascensor, la acompañó hasta la puerta de su  piso.  Sólo entonces,  Paula se puso nerviosa.  Iba a vivir con él,  aunque sólo fuera durante unos días, y podía  ocurrir cualquier cosa.  Sobre todo,  porque deseaba pasar más tiempo con  él.  Era  un  hombre  dulce, encantador  y  simpático,  y  conseguía que se sintiera a salvo. Tal vez, demasiado. El piso resultó ser impresionante. Era enorme, de techos muy altos.

—Vaya, es precioso...

—Gracias —dijo, con cierto orgullo.

—No, en serio, es precioso. He visto muchas casas bonitas en Beverly Hills, en Bel Air y Malibú. Ya sabes, trabajar de modelo tiene ciertos privilegios... Pero tu piso es increíble. Por lo visto, debes de tener mucho éxito en tu trabajo.

Pedro la miró con incomodidad.

—¿Qué te parece si te enseño tu habitación?

—Perfecto.

Pedro la llevó por un amplio pasillo.

—Aquí está el dormitorio principal. El ala de invitados está al otro lado.

—¿El ala? ¿Vas a dejarme toda un ala de la casa para mí sola?

Él se encogió de hombros.

—¿ Qué puedo decir? Soy un anfitrión generoso.Tal y como le había asegurado, la llevó a una habitación que resultó encontrarse exactamente en el extremo opuesto del dormitorio principal. Paula lo encontró tan adorable  que  una  vez  más  lo  deseó. Pero estaban condenados a ser simplemente  amigos. Cada vez que él iniciaba algún acercamiento, ella se asustaba y lo expulsaba. La cama era tan grande como todo en la casa,  y todos los  muebles resultaban elegantes y prácticos al tiempo. Las paredes estaban decoradas con varias acuarelas.

—¿Te gusta? —preguntó él, mientras dejaba su equipaje en el suelo.

Ella lo miró a los ojos.

—¿Por qué no me iba a gustar? Pero debo decir que esto es toda una sorpresa...

—¿Por qué?

—Porque no parece de tu estilo, no sé.

—¿Debo tomarme ese comentario como un cumplido?

—Yo diría que sí.

—¿Y si te dijera que contraté a una decoradora?

—Entonces,  depende de  lo que  hicieras.  ¿Le diste carta blanca  para decorar el  piso, o siguió tus instrucciones?

Él miró a su alrededor.

—En realidad, le dí carta blanca.

—Pues tiene muy buen gusto. ¿También era bonita?

Pedro frunció el ceño.

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