lunes, 7 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 24

—Es increíble que el gran pedro Alfonso el magnífico abogado del que tanto hablan, sea la misma persona que el de la universidad, el que no quitaba ojo a Paula Chaves—declaró.

—¿Tan obvio era? —preguntó, volviéndose hacia ella.

—No, qué va… —se burló.

—Ya veo que sí.

—Supongo que no tanto. Yo lo noté porque siempre he tenido alma de reportera —lo tranquilizó—. Pero dime una cosa, ¿Ella sabe que defendiste a su ex novio?

Pedro se dijo que no sólo no lo sabía sino que habría dado cualquier cosa para que no llegara a saberlo.

—Mira, Sandra, tengo que pedirte un favor.

—¿Un favor?

 —Sí, y precisamente se trata de Pauli, de Paula Chaves.

 —Me lo imaginaba.

—Se aloja aquí, en el hotel.

—¿En serio?

—Sí. Nos encontramos hace un par de días y ella tampoco me reconoció. Pero el hecho es que no quiero que sepa que soy aquel chico de la universidad.

—¿Por qué?

—Porque entonces no estaba en mi mejor época.

—Bueno, me gusta pensar que todos cambiamos para mejor…

—Yo diría que todos cambiamos. Y punto.

Pedro pensó que era posible que Sandra hubiera cambiado para mejor con el tiempo, pero que, en cambio, él había empeorado. Sin embargo, ahora tenía la oportunidad de acercarse a Paula y no quería desperdiciarla.

—Está bien, supongo que tienes buenas razones para no querer que te reconozca —dijo ella, arqueando una ceja—. Te propongo una cosa.

—Sospecho que ahora vamos a negociar…

—No creas. Yo no haré ni diré nada al respecto si tú usas tus poderes de persuasión para una buena causa.

—Define lo de buena causa.

—Convence a Paula Chaves para que patrocine el campamento que David y yo queremos abrir.

Pedro quiso interrumpirla, pero ella siguió hablando.

—Necesitamos financiación, Pedro. Necesitamos que un famoso apoye el proyecto y que le haga publicidad. Odio tener que echar mano de antiguos conocidos, pero ella es la única persona famosa que se encuentra a mi alcance.

Él pensó que no tenía ninguna oportunidad de conseguirlo. Ni siquiera había conseguido convencerla para que fuera a comer con él a un restaurante. Pero Sandra tenía todas las cartas en la mano y no tenía más remedio que jugar de farol. Algo que sabía hacer muy bien gracias a su trabajo. Sin embargo, no estaba dispuesto a mentir. Mentir nunca sido su estilo.

—Creo que sería bueno para ella —dijo.

Sandra sonrió.

—Pues si consigues convencerla, jamás revelaré tu secreto.

—Me temo que ya hay demasiados secretos por ahí —murmuró él—. Está bien. Lo intentaré. Pero debo añadir que no la presionaré de ningún modo. Es una decisión que debe tomar sin presión ni persuasión alguna.

Sandra se levantó para marcharse.

—De acuerdo, de acuerdo… mantendré el secreto de todas formas.

—Gracias —dijo, mientras ella recogía los documentos—. Pero ¿por qué?

—Porque me caes bien. Y por haberme echado una mano con estos tediosos documentos. Por cierto, doy por sentado que has dicho la verdad al afirmar que no hay nada incriminatorio en ellos…

—Soy muchas cosas, Sandra, pero nunca he sido un mentiroso.

—Pues alguien está mintiendo en este asunto. Y tengo que descubrir la verdad.

 Acto seguido, Sandra se marchó. Pedro pensó que había alcanzado una pequeña victoria. No estaba seguro de si lo hubiera conseguido ante un tribunal, pero parecía que su capacidad para la persuasión seguía siendo lo suficientemente refinada como para evitar que una periodista cotilla desvelara un secreto. En cualquier caso, también había dicho la verdad al afirmar que había demasiados secretos. Muchos de ellos eran suyos, de su pasado, de su presente y de los sentimientos que albergaba hacia Paula Chaves. Y no quería que se conocieran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario