viernes, 18 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 50

Cuando el camarero tomó nota de las bebidas, Pedro miró a Paula por encima del mantel,  las flores, las velas y los  platos de la  mesa.  Estaba nervioso por ella.  Se encontraban en un lugar público, y si alguien le dedicaba una mirada de reconocimiento, o siquiera de curiosidad, no sabría qué hacer.

—Parece que hemos acertado con el local.

—Sí, he mirado en  Internet  y  parece  ser  que  La  vie  en  rose  es  un  restaurante  famoso... Gracias por traerme —dijo ella.

La idea no  había  sido  de  él,  sino  de ella.  De  haber  podido  elegir,  Pedro no la  habría  llevado a un sitio al que solían  ir  los ricos  y famosos.  Pero Paula se había empeñado.  Había  insistido  en que ya  era  hora  de  afrontar  la  realidad  y  dejar  de  esconderse. Supuso que la confesión sobre la violación  la  había  liberado  de  algún  modo. Sin embargo, para él era una condena. Ahora no dejaba de pensar en lo que le haría a aquel tipo si llegaba a ponerle las manos encima.Al notar su gesto de preocupación, Paula dijo:

—Es  temprano,  así  que  no  creo  que  corra  el  riesgo  de  que  aparezca  un  paparazzi. No estarás enfadado por haber venido aquí, ¿Verdad?

—No, por supuesto que no  —respondió—.  Como te dije anoche, no soy capaz de negarte nada.

—Lo  recuerdo muy  bien.  Y yo te  prometí  que  sólo  utilizaría  mi  poder  por  una  buena causa. Esta cena es un símbolo.

—¿De qué?

—De  mis  progresos.  Cuando llegué a Saunders,  estaba  tan nerviosa que  ni  siquiera  me  atrevía a salir de la suite.  Y  ahora,  fíjate  en  mí...  Estoy  cenando  en  un  restaurante,   y   en  compañía de un hombre increíblemente guapo.  Soy muy  afortunada.

 —El afortunado soy yo. Todos los tipos del local me miran con envidia.

—¿Intentas halagarme? ¿O coquetear conmigo?

—Coquetear, por supuesto  —bromeó—.  Sólo espero que  no  aparezca otra  Mariela...

Ella se encogió de hombros.

—Si aparece, reaccionaré mejor esta vez. Y será gracias a tí.

—Yo no he hecho nada.

—Mentiroso. De no haber sido por tu ayuda, todavía estaría escondiéndome en mi  habitación como si me persiguiera la policía.  Seguiría siendo una sombra de lo que fui.

Pedro se estremeció al oír que lo llamaba mentiroso, aunque fuera en broma. Ella no  sabía  que  había defendido  a  Lucas Hawkins  y  que  había  perdido el caso.  Pero tampoco sabía, lo cual era peor, que la apelación todavía estaba pendiente. En ese momento llegó el camarero e interrumpió sus pensamientos.

—Un merlot para la señorita y un cabernet para el caballero... —dijo, mientras les servía el vino—. ¿Ya saben lo que van a comer? —preguntó.

—Sí, yo tomaré cordero y ensalada.

—Muy bien. ¿Y usted, señor?

—Lo mismo.

—Traeré la ensalada enseguida.

Pedro alzó entonces su copa y dijo:

—Propongo un brindis. Por los nuevos comienzos. Y porque tu examen de esta noche sea todo un éxito.

—Oh, descuida, no estoy preocupada. Además, el local está casi vacío porque es demasiado pronto.  Sé por  experiencia que la gente que se  quiere dejar  ver  aparece  mucho más tarde —declaró ella.

—No puedo creer que tú necesitaras que te vieran...

—Pues  créelo  —dijo, con una sonrisa algo  triste—.  Hay muchas mujeres hermosas,  y  el  éxito en este  negocio  consiste en destacar sobre las demás.  Hay  patadas por conseguir que tu nombre aparezca en un periódico o en las revistas del corazón. Y por supuesto, tienen que verte con la persona correcta.

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