miércoles, 16 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 45

—Sí, pero no le he dicho que de vez en cuando defiendo a verdadera gentuza.

—Oh, vamos, eso forma  parte de tu trabajo.  Además, todo el mundo se  arrepiente de algo.

—¿Tú también?

—Sí, yo también.

—¿Y de qué podrías arrepentirte tú?

—¿Has hecho algo malo por una buena razón?

—Es probable. Aunque normalmente, hago cosas malas por malas razones.

—Sea como sea, sólo con el tiempo se alcanza a tener una perspectiva real de las cosas.

—Es verdad. Pero ¿Qué intentas decirme?

—Que no estoy seguro de no haber cometido un error.

—¿Te refieres a mí? —preguntó Pedro—. ¿Yo soy tu error?

—Escúchame un momento, Pedro. ¿Recuerdas que te estabas saltando mis clases por problemas personales?

—Sí, cómo lo voy a olvidar...

—Corrías el riesgo de perder dos cursos, y no porque fueras un mal estudiante, que no lo eras,  sino simplemente por no  asistir  a  clase.  Cosas de esta  universidad... castiga las ausencias bajando la nota.

—Bueno, al final conseguí nota suficiente...

—Sí, pero si te hubieran aplicado la norma, no lo habrías conseguido.

—¿Estás diciendo lo que creo?

—En  efecto.  Cambie  las  notas  de  tus  exámenes.  Si no lo hubiera hecho,  no te habrían aceptado en la mejor facultad de Derecho del país.

Pedro se sintió como si el mundo se le hubiera caído encima. En el fondo siempre había sospechado que había pasado algo raro con sus notas, pero la confirmación de sus sospechas era demasiado dura.

—Ya  veo  que  no  has  perfeccionado  tanto  el  arte  de  ocultar  tus  emociones  —continuó el profesor—. Te he sorprendido.

—Sí y no.

—Mira, siempre te tuve en gran  aprecio, Pedro.  Para mí  es como  si fueras  mi  hijo.  Y  yo  sabía  que  querías  ir  a  esa  facultad,  que  querías  tener  éxito  en  tu  trabajo  y  ganar dinero.

—Qué ironía. Y mientras tanto, tú has acabado arruinado.

—Sí,  pero  volviendo  a  tí...  ahora  ya  no  estoy  tan  seguro  de  haber  hecho  bien.  Viendo cómo te ha tratado la vida, tal vez cometí un error.

—No  sé  qué  decir,  Gerardo.  Sólo sé que lo que acabas  de contarme  no  me  será  precisamente  de  ayuda  con  el  problema  que  he  venido  a  consultarte.  Paula no  querrá saber nada de mí si averigua quién soy.

—¿Tan malo crees que eres?

—¿No te lo parezco?

—Tú ni siquiera querías convertirte en lo que eres actualmente. Si no recuerdo mal, tenías objetivos muy nobles.

—Es verdad —dijo con amargura.

Pedro permaneció en silencio durante unos segundos. La declaración de Gerardo Harrison  lo había dejado completamente  descolocado.  Pero intentó concentrarse en el problema de profesor.

—Dentro  de  unos  días  tengo  que ver  a  Carlos Broadstreet.  ¿Qué voy  a decirle?  ¿Hay algo más que deba saber?

El profesor quiso decir algo, pero pedro siguió hablando.

—No, no digas nada. Lo que hiciste por mí sólo fue, en el peor de los casos, un simple error. Eso no pesa tanto como toda una vida de trabajo.

—No estoy tan seguro. Pareces tan insatisfecho...

—Pero yo elegí mi camino.

—Bueno, nunca es tarde para cambiar. Tal vez suene a cliché, pero es cierto.

—No sé qué decir. Pero no te preocupes por mí ahora. Preocúpate por tí.

—Sí, claro. —Si te sirve de consuelo, eché un vistazo a los documentos de Sandra Westport y no tiene nada contra tí. Esa es la buena noticia.

—Hablando  de  buenas  noticias,  ¿Sabías que David y Sandra Westport  quieren  adquirir  el  edificio vacío que hay junto a  su  tienda?  Por lo visto,  quieren  abrir  un  centro para jóvenes y un campamento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario