miércoles, 16 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 46

—Sí, me lo comentó.

—El otro día me presentaron  una  propuesta.  Me pidieron que hablara con el benefactor misterioso para que apoyara el proyecto.

—Pero si lo hace, su nombre dejaría de ser un secreto...  aparecería en los documentos oficiales —comentó Pedro.

—No necesariamente. Me ha dado permiso para que actúe como testaferro.

—¿Quiere eso decir que los va a apoyar?

—Sí, creo que sí.—

¿Te contó Sandra que le ha pedido a Paula que represente su proyecto?

—Lo  mencionó,  sí. Pero también dijo que no están seguros de que consigan convencerla ahora que saben lo del accidente.

—La causa merece la pena.

—Y sería bueno para Paula.

—No podría estar más de acuerdo.El profesor lo miró, dubitativo.

—¿Y para tí? ¿Qué sería bueno para tí?

—Esa es una buena pregunta. Pero de momento no tengo respuesta.

—Entonces fíjate en mí. El pasado siempre vuelve.

—¿Qué significa eso?

—Que no hay secreto que no salga finalmente a la luz.

Pedro sabía que tenía razón.  Sólo podía hacer una  cosa: hablar con Paula,  contarle todo lo que había que contar sobre su trabajo y confesarle que recientemente había defendido a Lucas Hawkins.Iba a resultar duro. Sin embargo, Gerardo le había dicho la verdad. Los secretos siempre salían a la luz.  Así que sería mejor que actuara antes de que Paula se enterara a través de terceros.


Paula empezaba a preocuparse. Pedro llevaba varias horas fuera. De hecho, le había dejado una nota sobre la almohada, que ella había visto al despertar. Al recordar lo sucedido la noche anterior, sonrió para sus adentros. Él había conseguido que se sintiera nueva,  renacida. Había liberado a  la mujer que se escondía y que tenía miedo de ser, precisamente, mujer. Miró el reloj por enésima vez y frunció el ceño. Lo había llamado varias veces, pero él no había contestado.

—¿Dónde te has metido, Pedro? —se preguntó en voz alta.Nerviosa, se dirigió al salón. No podía permanecer quieta. Y justo entonces, oyó que se abría la puerta principal. Nate había llegado, así que corrió a su encuentro.

—Hola...

—Hola, Pauli.

Pedro parecía muy cansado, incluso extrañamente tenso.

—¿Qué tal te ha ido? —preguntó—. ¿Fuiste a tu despacho?

—Sí, pero sólo para recoger unos papeles.

—Ya  comprendo...  —dijo,  sin  comprender nada—.  Empezaba a preocuparme  al ver que no volvías...

—Lo siento, Pauli. Debiste llamarme al móvil.

—Lo hice, pero no contestaste y dejé dos mensajes.

—Vaya,  hombre, seguro que se ha quedado sin batería...  —dijo,  mientras  sacaba el aparato del bolsillo.

—Espero que a tí no te pase lo mismo —bromeó.

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