miércoles, 2 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 15

—¿Y qué pasó?

—Que ella se negó. Por cierto, Romina James me ha comentado que la ha visto aquí, en Saunders...

—Lo sé. Resulta que Romina es mi ayudante.

—Por lo visto, el mundo es un pañuelo…

—Y que lo digas. ¿Pero se puede saber qué te dijo Paula?

—No llegué a hablar con ella, sino con su agente. Me dijo que ahora no trabaja y que lleva un pañuelo que le cubre toda la cara.

 —Por no mencionar sus gigantescas gafas de sol.

—Su agente no dijo nada de eso. Y en cuanto a Romina, me comentó que el viento le había levantado el pañuelo lo suficiente como para que pudiera ver que tenía algo raro en la cara —dijo.

—Eso explica entonces por qué rechazó tu petición.

—No, no explica nada. Su agente me dijo que la había rechazado sin conocer siquiera los detalles. Así que ni siquiera pudimos desarrollar nuestra idea… Yo diría que esa mujer se ha convertido en toda una esnob.

—Para ser alguien que afirma adorar la verdad por encima de todas las cosas, sacas demasiadas conclusiones precipitadas.

Ella lo miró con sorpresa.

—¿Cómo?

 Él se inclinó hacia delante y puso las manos sobre la mesa.

—Hay mil razones por las que podría haber rechazado tu propuesta.

—¿Como por ejemplo...?

 —Que esté fuera del país, que no le gusten los deportes, que esté ocupada con otros muchos proyectos filantrópicos…

 —¿Sabes lo que creo que te pasa?

 —Que estás sufriendo una típica reacción masculina ante una mujer increíblemente bella —declaró Sandra.

—Te equivocas, pero te diré que casualmente me encontré con Paula. Y me consta que tuvo una buena razón para rechazar tu propuesta.

—¿Y cuál es esa razón?

—Me temo que no puedo decírtelo.

—Ahora has conseguido despertar mi curiosidad de periodista.

—Lo sé, lo sé —dijo, acostumbrado como estaba a tratar con periodistas—. Sólo puedo decirte que Paula no se encuentra en su mejor época y que necesita tiempo para recuperarse. Dale un respiro.

Pedro decidió insistir un poco en asunto. No quería que dejara el asunto del profesor para pasar a investigar a Paula.

—Mira, Sandra, he venido para intentar convencerte de que dejes la investigación sobre el profesor Harrison. El sólo quería ayudar a los alumnos. Y no creo que un trabajo tan bueno y digno como el suyo merezca una persecución.

—El daño ya está hecho. Hay muchos estudiantes que recibieron diplomas que no merecían. ¿Pero qué hay de la justicia?

Él la miró con detenimiento.

—No podré convencerte, ¿Verdad?

—No.

—Está bien. Entonces, deja que te ayude.

—¿Por qué? —preguntó con desconfianza.

—Para poder demostrarte que te equivocas con él, que no hizo nada incorrecto.

—Muy bien, como quieras —dijo, asintiendo—. Tengo toneladas de documentos por estudiar. Como abogado, supongo que estarás acostumbrado a esas cosas.

—Me temo que sí. Me encanta buscar agujas en un pajar.

—Entonces te daré un buen montón para empezar. Pero si actuó de forma incorrecta, tendrá que pagar por ello, Pedro…

—¿Aunque fuera por una buena razón?

—Incluso así.

 La pasta le sentó como un tiro a Pedro. Sandra era una mujer exageradamente estricta, pero a pesar de ello, sus comentarios sobre el profesor habían conseguido que se sintiera culpable con su propia profesión como abogado. Desde luego, no era el hombre con el que había soñado su abuela. Y él tampoco se sentía particularmente orgulloso de su vida. Durante mucho tiempo, eso no le había importado. Pero ya no importaba. Y todo, por Paula Chaves.

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