—¿Ah, sí? ¿Y qué hacías para lograr que te sacaran en los periódicos?
—Eso se lo dejaba a mi agente, que filtraba mi paradero a los periodistas para que me pudieran localizar y sacarme fotografías.
—¿Echas de menos esa vida?
Ella tardó un momento en responder.
—No tanto como habría supuesto.
—Dime una cosa. ¿Has pensado ya en el asunto de los Westport?
—Dudo que quieran que los represente.
—A ellos no les importa lo de tu cicatriz. Y si les importa, dudo que retiren la oferta sólo por eso —aseguró.
—¿Estás seguro?
Él asintió.
—Sí, Sandra me dijo el otro día que está muy interesada. Supo que estabas aquí por culpa de mi ayudante, Romina. Pero deberías aceptar... es una ocasión perfecta para hacer algo útil por los demás.
—No sé qué puedo decir...
—En eso no nos parecemos. Yo siempre sé qué decir. Pero en mi profesión, eso es un plus.
—Sospecho que no lo dices precisamente con orgullo. ¿Hay algo que quieras contarme, Pedro? —preguntó.
—No, sólo lo que ya te he dicho. Sandra está interesada en tí. Y creo que no deberías rechazar la propuesta sin valorarla detenidamente.
—Está bien, lo haré.
—Magnífico.
Pedro derivó la conversación hacia asuntos mundanos e hizo lo posible por mantener la sonrisa en el rostro de Paula. La comida fue excelente, y la compañía, mucho mejor. Cuando terminaron de cenar, él pagó la cuenta y se dirigieron a la salida. Una vez afuera, le dieron las llaves al hombre del estacionamiento y esperaron. En ese momento, vió que una furgoneta que había estado estacionada en la acera de enfrente se ponía en marcha, giraba en redondo y avanzaba hacia ellos.Tuvo un mal presentimiento y se interpuso entre Paula y la furgoneta. Un segundo después, los flashes de las cámaras iluminaron la escena.
—Maldita sea...
Pedro la llevó rápidamente hacia el coche.
—No montes una escena. Sería peor —recomendó ella.
Los periodistas siguieron sacando fotografías incluso cuando ya estaban en el interior del coche. Toda la situación le resultó lamentable a Pedro, que no sabía qué hacer. Minutos más tarde llegaron a la casa. Cuando pasaron por delante del despacho, Katie notó que la luz del contestador parpadeaba.
—Tienes un mensaje.
—Ya lo escucharé más tarde.
—Pero podría ser importante...
Él se encogió de hombros, pero entró en el despacho y pulsó el botón. Enseguida oyeron la voz del profesor.
—Pedro, soy Gerardo Harrison. Sólo quería advertirte que Carlos Broadstreet sabe que Paula está aquí, contigo. Supongo que intentará hacer algo para desacreditaros y debilitar mi apoyo, pero en cualquier caso quería que lo supieras. Sé que Paula se encuentra en una situación vulnerable y no me gustaría que le hicieran daño.Cuando terminó el mensaje, Pedro dijo:
— Ahora lo comprendo. Ese canalla habrá avisado a la prensa y nos han seguido hasta el restaurante.
Ella asintió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario