—Estoy tan seguro de que te aceptarán, que se me ocurre una idea.
—¿Cuál?
—Cuando te hagan una oferta en firme, diles que se la pasen a tu abogado.
—Que supongo que serás tú...
—Por supuesto. Me encargaré de negociar los términos del contrato.
—¿Y qué términos serán?
—Que reserven determinada cantidad de plazas para niños que hayan sufrido accidentes o que se enfrenten a operaciones difíciles. Cosas así.
—Oh, Pedro, es una idea brillante...
—Bah, no es nada.
—Eres demasiado modesto. Pero la idea es buena, y la perspectiva de trabajar con ellos me encanta. Es irónico que el ccidente haya servido al final para algo bueno. Si no hubiera sufrido ese trauma, no habría podido hacer el trabajo.
—Lo cual demuestra que las dificultades nos hacen más fuertes.
—Sí, algo así.
—¿Y cómo es que has cambiado de opinión de repente? ¿Por qué has llamado a Sandra?
—Tú me convenciste de que lo hiciera.
—Claro, me has dado una perspectiva nueva sobre las cosas. Ningún otro hombre habría confiado en mí, pero tú permaneciste a mi lado.
—Al final vas a conseguir que crea que soy un santo.
—¿Un santo? Lo dudo mucho —dijo entre risas—. Pero sí un hombre bueno.
—¿Aunque defienda a delincuentes de vez en cuando?
—Incluso así. Es algo lógico en tu trabajo. Es necesario.
—Vaya, ya veo que Romina estuvo hablando contigo.
—Sí, y te defendió con mucha elocuencia.
—Recuérdame que le aumente el sueldo.
—Bueno, todo es cuestión de perspectiva. Y entre los dos me han convencido de que las cosas no son necesariamente blancas o negras. Como dijiste una vez, hay muchas zonas grises.
—No eres la única que ha aprendido algo, ¿Sabes? Yo también he cambiado gracias a tí. Casi había olvidado que quise estudiar Derecho para ayudar a la gente que lo necesitaba, y a tu lado he recobrado la ilusión y el camino —explicó—. Incluso he decidido que a partir de ahora reservaré varios días al mes para representar a personas sin recursos.
—En tal caso, los dos tenemos cosas que celebrar.
Ella lo miró con intensidad y lo besó. Fue un beso dulce, que poco a poco se fue haciendo más apasionado. Sin embargo, un par de minutos después sonó el interfono y de repente se abrió la puerta de golpe.Los dos se volvieron, sorprendidos.
—Vaya, vaya, así que el idiota de mi abogado se ha buscado una mujer. ¿Qué? ¿Trabajando un poco en mi apelación, Alfonso ?
Nancy apareció detrás del recién llegado, que no era otro que Lucas Hawkins en persona.
—Lo siento mucho, Pedro. No he podido impedir que pasara...
—No te preocupes, Nancy. Ya me encargo yo.
Lucas miró entonces a Paula y dijo:
—Pero si es mi querida ex novia... Cuánto tiempo ha pasado, ¿Verdad, Paula?
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