lunes, 21 de agosto de 2017

Reencuentro Inesperado: Capítulo 56

—Mira, Paula, no sé lo que hay entre tú y Pedro, pero puedo decirte esto: hace años,  muchos inocentes terminaban en la cárcel porque el  sistema  de  este  país  es  como es y no podían pagarse un buen abogado. Ahora, por lo menos cuentan con el que  les  proporciona  el  Estado.  Imagina  lo  que  pasaría  si  no  existieran  los  abogados  defensores... Y el hecho de que de vez en cuando le toque defender a un canalla, no lo convierte en mala persona.

—Yo no he dicho que lo sea.

—Lo  has insinuado.  Y  resulta  que  Pedro no  es  sólo  un  gran  abogado,  sino también el mejor hombre que he conocido.

—Estoy segura de ello.

—¿Segura?  Noto cierto escepticismo  en  tu  voz...  Te  contaré  una  historia:  mi  difunto  marido  estuvo muy enfermo antes  de  morir  y  me dejó una  montaña de  acturas que yo no podía pagar.

—Siento saber que ha muerto...

—Gracias.

—Comprendo bien lo de las facturas médicas. Yo me arruiné por eso.

—Pues  debes  saber  que  estás  saliendo  con  una  excelente  persona  —continuó Romina—. Pedro se ofreció a pagar mis deudas.

—¿Y lo hizo?

—Yo me negué, pero no aceptó la negativa e insistió.

Paula sonrió.

—Oh, sí, ya he comprobado que no le gusta que le lleven la contraria.

—Sí,  es  verdad...  De  todas  formas,  cuando  me  negué  a  darle  los  datos  del  hospital, él se puso en contacto directamente con ellos, negoció la deuda y la canceló.

—Supongo que le estarás muy agradecida...

—Lo estoy, no lo dudes. Pero ¿Qué es eso de que te has arruinado por culpa de los médicos? ¿Qué te ha pasado?

—Me atropelló un conductor borracho.

—Oh, lo siento... Eres modelo, ¿Verdad?

—Lo  era.  Por  cierto,  Pedro me  dijo que mencionaste mi situación a Sandra  Westport.

—Sí.  Se  puso  en  contacto  con  tu  agente  para  ver  si  querías  representar  su  proyecto, y no entendía que rechazaras la proposición. Pero un día te ví por la calle e imaginé lo que había pasado, así que se lo dije.

Paula agradeció mucho que  Rominano  evitara  el  tema.  Además,  ahora  quería  que se supiera la verdad. Gracias a Pedro, había dado los primeros pasos y empezaba a ser la que había sido.

—Pedro me ha ayudado mucho —confesó Paula.

—Ah,  es  típico  de  él...  —dijo Romina,  con  una  sonrisa—.  Todo  un  caballero  andante. Pero discúlpame, me temo que debo marcharme.

—¿No puedes quedarte hasta que vuelva Pedro?

—Tengo la impresión de que esa llamada lo mantendrá ocupado un buen rato.

—Está bien. En ese caso, te acompañaré a la puerta.

Romina se detuvo un momento antes de marcharse y dijo:

—Recuerda  algo  importante,  Paula.  Si estás intentando convencerte de que no estás  enamorada de  él, no lo  hagas.  Es un buen hombre.  Y  no  encontrarás  uno  mejor.

Romina se marchó antes de que ella pudiera negar que estuviera enamorada de Pedro.  Cuando  pasó ante  su  despacho, vió  que  había  cerrado  la  puerta.  Era  evidente  que seguía hablando por teléfono, aunque naturalmente no sabía con quién. En el  fondo,  la  posibilidad  de  estar  enamorada le  daba  miedo.  Se  estaba  recuperando  de  sus  traumas y del  accidente y no le parecía que  fuera el mejor momento para  pensar en  algo tan serio como vivir con alguien.  Sin embargo, tampoco podía engañarse. Sus sentimientos hacia Pedro eran cada vez más profundos y no podía permitir que el miedo se interpusiera en su camino. Además, se lo debía. Había sido muy bueno con ella y era justo que por su parte se arriesgara un poco. Tal vez terminara mal parada, pero al menos no se arrepentiría más tarde por no haberlo intentado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario